“Pero a vosotros, les diremos, os hemos engendrado nosotros para vosotros mismo y para el resto de la polis, como los guías y reyes de la colmena, mejor y más completamente educados y más capaces de participar en esos modos de vida. Es preciso, pues, que bajéis, cuando a cada uno le corresponda, a la morada de los demás, y que os habituéis a ver en la oscuridad.”
No lo digo yo, lo dice Platón en La República.
Alteza, Soy una ciudadana súbdita del Reino de España según consta en mi DNI y pasaporte, y me dirijo a usted con la libertad, integridad y conciencia de poder elegir cuales han de ser mis actos, y con la sapiencia de encontrarnos en un régimen democrático donde existe libertad de expresión. La creencia de una predeterminación vital quedó sepultada cuando terminó la Baja Edad Media, si bien es cierto que el sentido de su existencia ha sido siempre unidireccional. Toda su preparación y sus actos han estado encaminados a ser Rey de España en tiempos venideros. Infiero que usted no tiene lo que comúnmente se conoce como un ‘plan B’, por lo que seguro que le resultan incordiosos todos aquellos elementos que pueden obstaculizar el convertirse en Jefe de Estado cuando se produzca el deceso de su Majestad. No hablaré de abdicación porque por nada querría que mi epístola le resulte latosa. Entiendo que le haya zaherido que en los últimos tiempos se hayan divulgado desaciertos de su Majestad, que su hermana mayor disolviera su enlace marital con su bigardo esposo, y que su hermana mediana haya resultado imputada por presunta inobservancia de leyes de carácter pecuniario. Buena valoración refiere la majestad la Reina, quien tiene a la sazón la distinción de ser miembro del Club Bilderberg, entidad que siempre ha tenido tanto esmero en velar por el bienestar socioeconómico de todos los habitantes del orbe. Usted no carece de buena imagen, sin embargo, y dicho desde todos mis respetos y desde mi posición más humilde, no se puede predicar lo mismo de la Princesa de Asturias. Me sincero porque estimo que la discreción en usted es alta. Hablando en román paladino, su esposa no cae bien. La pretensión de querer ejercer las funciones derivadas de su condición de miembro de la Casa Real de lunes a viernes ha provocado una desazón en los ciudadanos. Y en los mallorquines este sentimiento se acrecenta al ver que, a pesar de la generosidad mostrada con Marivent y Son Vent, su consorte sólo visita la isla a regañadientes y para salvar el expediente. Desconozco si sigue habiendo amor entre ustedes, o si sólo mantienen su vínculo matrimonial para evitar un mal ulterior. En caso de darse esta segunda circunstancia, me veo en la responsabilidad moral de decirle que no debe preocuparse. Incluso buena parte de la ciudadanía le loaría. Estamos ante la sociedad con más formación y preparación de la historia. Somos comprensivos, en el fondo. Si deviene una tercera república, no será por el hecho de tener un príncipe separado o divorciado. Puede tratarse de una ocasión propicia para demostrar que formamos una sociedad avanzada que valora lo que en realidad es importante (aunque con la cuestión de la rampa y la infanta Cristina hayamos dado precisamente la impresión contraria). Es preferible poder dedicar su tiempo a ser un buen jefe de estado que no tener que destinar sus esfuerzos a cuadrar a la persona que más sentido del deber debería de tener. Porque, al fin y al cabo, ella sí que tenía un plan B. Atentamente, Francesca Jaume Post Scriptum: Es duro tener que enfrentarse a un “Ya te lo dije”, ¿A que sí?