Se acaban de hacer públicos los resultados de la consulta demoscópica, conocida como Barómetro Sanitario, del año 2012, que realiza anualmente el Ministerio de Sanidad. Tiene como objetivo conocer la opinión de los ciudadanos y responder a sus expectativas.
Los conceptos encuestados, con el fin de poder realizar un seguimiento comparativo a lo largo de los años, se mantienen en los distintos ejercicios y responden con dificultad a las innovaciones introducidas en el sistema sanitario.
Dicho lo anterior, esta encuesta poblacional había creado un grado elevado de expectación porque en los últimos tres años las distintas consultas del CIS detectaban un aumento de la preocupación de los ciudadanos por la sanidad, hasta el punto de ascender del doceavo hasta el cuarto lugar; sólo superadas por el paro y la situación económica y adelantando a ámbitos, tradicionalmente generadores de inquietud ciudadana, como la inmigración, la educación, la vivienda, la corrupción, el fraude y el terrorismo. Además en el ultimo año se han introducido profundas innovaciones normativas, algunas no exentas de polémica, con capacidad para afectar, en lo bueno y en lo malo a la base del sistema.
Hay que reconocer que los indicadores hechos públicos son casi idénticos a los de los últimos ejercicios y ratifican la confianza de los ciudadanos en su sistema sanitario, por encima de veleidades de cualquier otra naturaleza. El pueblo, en una muestra de sabiduría, ha continuado valorando con determinación un sistema sanitario equitativo del que se siente orgulloso.
En segundo lugar, nos recuerda que la comunidad que ha tomado decisiones mas drásticas, más difíciles de comprender, menos participadas, de espaldas a sus profesionales, como es Catalunya, ha sido la más penalizada. ¿Esto quiere decir que el Sistema Sanitario Catalán se ha covertido en un mal sistema sanitario?. Para nada. Revela, sin embargo, que se ha deteriorado en términos de calidad y que a los ciudadanos no les ha pasado desapercibido. A la mayoría de las CCAA, les recuerda, la importancia que se aplica a la accesibilidad y el fastidio que genera la falta de diligencia en la gestión de las esperas.
En tercer lugar, reafirma que algunas comunidades reciben de forma sistémática y reiterada una valoración más generosa que el resto.
¿Esperan que nuestros políticos y autoridades sanitarias habrán entendido el mensaje? ¿Realizarán un ejercicio de autocritica y aplicarán a partir de ahora las mejores prácticas? ¿Preferirán continuar en su autocomplacencia?
Lógicamente, seria aconsejable una respuesta afirmativa en las dos primeras preguntas. La realidad acostumbra a enseñarnos que prefieren la última.





