Tras la paz veraniega, tras la calma aparente de agosto, en las entrañas de los partidos políticos está larvándose un septiembre tenso: en el PSOE se luchará a cara de perro por ver quién tiene más poder para salvar a algún diputado en las siguientes elecciones mientras que, en el PP, excepcionalmente igual de enfadados que en el PSOE pese a tener el poder, lo que se debate es si la actual dirección va a poder seguir discriminando a todo lo que huela a anterior a 2009, fecha que supone un antes y un después en ese partido. En estos debates no se dirime cómo se sale de la crisis, que es una cuestión menor y ante la que no tenemos la menor idea de cómo actuar, sino lo importante: qué hay de lo mío, cómo quedaré, qué sueldo voy a tener en el futuro y cómo van a quedar los míos, mi tribu, los que he ido apoyando durante tantos años.
