El desequilibrio del terror

Tras las atrocidades cometidas por un grupo de asesinos yihadistas en París estos días pasados, no salgo de mi asombro al comprobar cómo desde diferentes ámbitos se trata de introducir en el debate la execrable censura previa o la autocensura.
Se argumenta que el hecho de que se publiquen determinadas viñetas satíricas incorporando la imagen de Mahoma fue el detonante de estos ataques terroristas, siendo por tanto el polvo de las viñetas el origen del lodo sangriento en el que estos asesinos han convertido París. Y se afirma que dado que tales viñetas ofenden a algunos sectores del Islam, sería mejor no publicarlas para evitar estos ataques.
Esto de la ofensa es algo muy elástico, con perfiles difusos y sobre todo muy pero que muy subjetivo.
Por ejemplo: los yihadistas se ofenden mucho con las viñetas de Mahoma, pero no les ofende nada de nada llenar el cuerpo de explosivos a dos niñas de diez años para que se inmolen en un mercado atestado de gente a mayor gloria de Alá. Esto acaba de pasar al norte de Kenia.
A esos mismos yihadistas tampoco les ofende especialmente hacer sus pinitos cinematográficos mientras decapitan salvajemente a periodistas o cooperantes. O mientras asesinan salvajemente a más de un centenar de niños en Pakistán.
Hay que decir que también dispararon en la cabeza a la flamante Premio Nobel de la Paz, Malala, una niña de ahora 16 años, porque les ofendía mucho a los yihadistas que quisiera estudiar y pidiera esa oportunidad para las niñas de su país.
Está por ver qué ofensa cometieron contra estos asesinos los miles de muertos de las torres gemelas, o de los trenes de Atocha.
Personalmente pienso que si a los yihadistas les ofenden las viñetas, que se jodan. O que protesten civilizadamente, pongan demandas, se manifiesten o no lean la revista que las publique, tal y como hacen los millones y millones de musulmanes que viven en Europa y que, lógicamente, no se dedican a ametrallar dibujantes ni a poner bombas en trenes.
La libertad de expresión, la libertad de conciencia y de prensa y, por supuesto, el derecho a la vida y a la integridad física están por encima de cualquier convicción religiosa y aún más por encima de cualquier falsa interpretación fanática que se fundamente en el exterminio de cualquiera que no comparta dicho fanatismo.
Por tanto, no cabe, en mi humilde opinión, invocar una especie de exigencia de autocensura para tratar de apaciguar a quien hace del terrorismo y de la violencia su forma de entender la vida, a costa de la vida de todos los demás.
Habrá que recordar que con Hitler también se trató de llevar a cabo una política de apaciguamiento que se visualizó en toda su podredumbre en la Conferencia de Múnich de 1938. No importa contar cómo acabó esa estrategia. Es inútil tratar de contentar a quien no quiere ser contentado.
No podemos dar ni un solo paso atrás en nuestras libertades. Y entre esas libertades se encuentra el hacer sátira de cualquier cosa, el poder manifestar la opinión sobre cualquier tema, sin más límite que la verdad y la legalidad. Si renunciamos a esas libertades, habremos perdido definitivamente este reto que se nos pone delante en forma de terror.
Quiero insistir en que estos grupos de asesinos yihadistas no representan al Islam, o al menos no a todo el Islam. Debemos evitar estigmatizar a los millones de musulmanes que viven en Europa.
Si realmente existe algún motivo que pueda propiciar la tan denostada alianza de civilizaciones debe ser este. Una alianza global contra un problema global. Una alianza de ciudadanos libres, de toda procedencia, de todo credo o de ninguno, de toda raza y condición contra aquellos que pretenden imponerse a base de terror, bombas y muerte.
Contra los criminales, ni un paso atrás. Por mucho que les ofenda.

Suscríbase aquí gratis a nuestro boletín diario. Síganos en X, Facebook, Instagram y TikTok.
Toda la actualidad de Mallorca en mallorcadiario.com.
Deja tu comentario

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *

Más Noticias