En tiempos de tribulación, como la que vive el PSOE desde las elecciones autonómicas y locales de mayo, en las que perdió una porción muy significativa de cargos en toda España, cualquier balsa salvavidas es providencial para un partido político, especialmente para aquellos que, por su implantación y número de representantes en las instituciones, se ven en la premura de intentar salvar los muebles y los preceptivos estómagos agradecidos.
Sánchez es un maestro en crear dependencias -no confundir con lealtades- que le ayudan a mantener a raya a sus subordinados. En Balears tenemos el caso paradigmático de Francina Armengol. Derrotada ampliamente en las urnas por Marga Prohens, la inquera estaba abocada a tener que conformarse con el sueldo de diputada del Parlament, más lo que graciablemente le asignase su partido por los servicios prestados. En pocas palabras, perdía capacidad económica.
Sin embargo, la necesidad de Sánchez de poner al frente del Congreso de los Diputados a alguien que, sin ser del PSC -mejor no importunar a Puigdemont- , hablase catalán y no fuera mal vista por los independentistas, le dejó en bandeja el puesto a nuestra expresidenta. Naturalmente, las veleidades juveniles de Armengol con el soberanismo jugaron a su favor. De retruco, se encontró siendo Presidenta del Congreso, tercera autoridad de nuestro país y pasando de perder ingresos, a multiplicarlos por tres. Con semejante regalo, pueden ustedes imaginar que Armengol, por su Pedro, ma-ta.
Y así, comprando fidelidades a golpe de salario público que pagamos usted y yo, Sánchez ha conformado también su gobierno-patera de 22 supervivientes del naufragio socialcomunista, recuperando a políticos fracasados como el impresentable Óscar Puente, verdadero dóberman parlamentario del presidente, y logrando confeccionar un equipo, no para gestionar nada, sino para vender discurso político y doctrina progre durante los próximos cuatro años, si es que antes no se desmorona el castillo de naipes sobre el que se sostiene todo este gran embuste.
Félix Bolaños, pese a sus evidentes limitaciones, es elevado al olimpo ministerial, copando los tres poderes del Estado, como Luis XIV, asumiendo la cartera de Presidencia, Justicia y Relaciones con las Cortes, para que nada escape al control de su jefe (no sé si debería decir de su amo).
La parlanchina María Jesús Montero, que tantas glorias proporciona y seguirá proporcionando a la hemeroteca, asciende a vice. Premio a la fidelidad.
Jordi Hereu, cuyo último cargo público fue el de concejal del ayuntamiento de Barcelona, es también rescatado, dentro de la obligada cuota catalana, para gestionar -éste, al menos, tiene el perfil- Industria y Turismo.
La comunista Sira Rego asume el nuevo ministerio de Infancia y Juventud -a los viejos, que nos den morcilla-, tratando de cautivar -en el sentido de hacer cautivos- a los jóvenes en las bonanzas del sanyolandismo.
El expodemita Pablo Bustinduy, sin trabajo desde hace cuatro años, y actualmente bajo obediencia yolandista, aúna Derechos sociales y Consumo.
A Ernest Urtasun, diplomático navarro-catalán de los comunistas de Esquerra Verda, Yolanda le ha conseguido la cartera de Cultura.
La también navarra Elma Saiz es rescatada del ayuntamiento de Pamplona, donde ejercía de concejal rasa, para asumir Inclusión, Seguridad Social y Migraciones.
La pucelana Ana Redondo, que perdió su condición de concejal del ayuntamiento de Valladolid en junio pasado, hereda la cartera de la despechada Irene Montero, aún atónita de que Pedro la haya tratado como a un trapo sucio.
Finalmente, el canario Angel Víctor Torres, de diputado raso en el parlamento canario, a comandar la política territorial, aunque cualquier observador de la cosa pública sabe que ese ministerio, en realidad, tiene su sede en Waterloo.
Nuevamente, Balears es excluida del Consejo de Ministros. Aunque, bien mirado, examinando el currículum de los diputados y senadores socialistas por nuestra tierra, lo extraño sería que alguien los eligiera para alguna responsabilidad.
