“No te vistas para el trabajo que tienes,sino para el que quieres tener” así reza una frase compartida en estos días en la red social Instagram.
Nunca, una frase ha sido más cierta. Ahora que comienza el año, ahora que los buenos propósitos están a la orden del día, y que las rebajas han llegado, es momento de plantearse un cambio de imagen o estilo de vestir.
Durante los últimos años se ha planteado la desaparición de la corbata en el caso del vestuario masculino. Tan irreal como que el papel dejará de existir. Hay quien incluso afirma, que los hombres se despedirán del traje y mantendrán un estilo casual. Si bien es cierto, que asistimos a un cambio y cierta relajación en los códigos de vestuario, no es menos cierto que inevitablemente el tipo de trabajo y el ambiente donde éste se desarrolla, influye en el estilo que vamos a adoptar para vestir.
Se dice que el traje y corbata han dejado de ser un signo de elegancia, que se han convertido en símbolo de rigidez, de un exceso de formalidad, pero me pregunto, ¿Entonces cuando se vestirá con formalidad? ¿Es correcto ir en vaqueros, por ejemplo a un juicio? Mi opinión es que no, la ropa tiene una gran importancia en cuanto a los códigos de comunicación con los demás y en los atributos que se presuponen a su portador.
Existen diversos estudios, que contradicen a quienes defienden un estilo relajado en el atavío; En el estudio publicado por la Northwestern University, se llegó a la conclusión de que el vestuario que asociamos a una profesión hace que quien lo porta se concentre mejor, que sea más cuidadoso en su trabajo; mientras que quienes observamos le dotamos de unos atributos positivos que pueden incluso, estar por encima de su desempeño profesional.
La profesión elegida para el estudio fue la de medicina. Seleccionaron a 60 estudiantes a los que dividieron; mientras una mitad se quedó con la ropa de calle, la otra mitad se enfundó la bata de médico. Una vez realizados los cambios en el atuendo, les sometieron a diversas pruebas para evaluar su desempeño en áreas como la concentración o la agudeza mental. Quienes llevaban la bata, cometieron la mitad de errores que los compañeros que llevaban la ropa de calle. ¿Curioso no?
En una segunda parte de este estudio, también se ha concluido que la ropa cambia no solo la percepción de los demás hacia nosotros, sino también la forma en que nos desenvolvemos, ya que el enclothed cognition como lo han denominado, funciona en dos sentidos, por un lado está el valor simbólico de la prenda, y por otro la experiencia física que se obtiene de llevar esa ropa.
El experimento realizado en este caso, se utilizó de nuevo la bata blanca, pero a unos se les indicó que era una bata de médico, a otros que era de pintor, y al resto no se les dijo nada. Tras diversas pruebas los que portaban la bata de doctor lo hicieron sensiblemente mejor que el resto.
¿Y qué hay de nuestra propia percepción? Un estudio del año 1994 dirigido por Yoon-Hee Kwon, de la universidad de Illinois del Norte, demostró que los participantes del estudio, la autovaloración de las aptitudes variaba en función de llevar la ropa adecuada. Quienes se sentían adecuadamente vestidos tuvieron una mejor percepción de sus competencias, responsabilidad o inteligencia.
No me cansaré de repetir que vestir bien es indicativo de respeto hacia uno mismo, hacia los demás e incluso hacia la profesión que se ejerce. No es sinónimo de gastar en exceso o sentirse disfrazado. Es cuestión de encontrar el lenguaje correcto y emitir el mensaje adecuado. Por supuesto, tampoco es una frivolidad, en estos tiempos en los que lo visual prima sobre el discurso, no está de más, sentirse respaldado por una buena imagen personal.