El malestar y el hartazgo democrático de la sociedad civil esta en cotas jamás superadas. La resignación se mezcla con la rabia y la reprobación recurrente hacia algunos políticos. Nunca ha sido mayor el descrédito. La desafección a los políticos se basa en una pérdida total de confianza y está cimentada en la sospecha y en la suspicacia. No, no nos hemos vuelto todos paranoicos. Es la realidad chivata y la contumacia de los hechos. La chorizopatía jamás ha sido tan ubicua y superlativa como ahora. Es un fenómeno iceberg: lo que se ve es minúsculo comparado con la parte oculta que emerge en dosis homeopáticas. Ríase usted de la mordida del 3%. No existe el gen de la corrupción. Parece que el ser humano no nace corrupto pero a pesar de su limitada existencia, aprende a serlo rápido, pronto y bien. Hay factores psicosociales de riesgo que en determinados territorios “comanches” facilitan y estructuran el fenómeno. Muchos políticos actuales son excelentes generadores de malentendidos sociales y carecen de los activadores internos e interpersonales de la vergüenza.
La búsqueda del poder monopoliza la vida de muchos. El ansia de dominar a los demás acaba siendo un modo de vida. Ejercen de manera sistemática una violencia institucional hacia los ciudadanos en un ejercicio déspota y perverso del poder. Son ombligópatas que han invertido la máxima de Edison: La vida es un 99% de transpiración y un 1% de inspiración. El catalogo es global: robo, corrupción, despilfarro y mala gestión de los impuestos. Objetivo: only poder. Es indignante observar como sus actos corruptos los proyectan y escenifican con impudorosa obscenidad en el ámbito público. Ni se sienten culpables ni se avergüenzan. Cuando se acojonan reaccionan miméticamente: convocan la carpa del comité federal del partido con los rituales grupales de purificación, exhibidos sin ningún tipo de prurito autocrítico. La mayor parte de los pseudo líderes actuales cometen el error de pensar que el que habla más alto (muchas veces sin decir nada), y con más poder, es la única voz real. Minusvaloran las voces subyugadas. Su jerarquía es cada vez menos equitativa. Están dedicados a destajo a la organización de la apariencia. Repiten a través de los amplificadores culturales afines una letanía de mantras anestesiantes.
Por otra parte esta sociedad infantilizada y obsesionada por no padecer estrés solo tiene un objetivo: la auto sedación exprés por medio de guiones ansiolíticos y adictivos. Hay un aumento progresivo de la tolerancia y de la desensibilización ciudadana ante los múltiples casos de corrupción. La narcolepsia social es pandémica. Sobran sometimiento y pasividad. Reconozcámoslo. Descendemos de un mono asesino y más que animales gregarios somos animales de horda que necesitan un jefe que guie. Los contrapesos institucionales están ausentes o desgraciadamente muy presentes. Menos mal a la mayor parte de los jueces y a determinados medios. Es la hora de los ciudadanos vigilantes.
Pero no subestimemos los riesgos: cuidado con los púlpitos universitarios (siempre alejados de la realidad), que lanzan mantras quiméricos y demagógicos. No se dejen camelar. Algunos pseudo líderes con carisma narcótico no han dado palo al agua en su vida. Simplemente analicen sus hechos y no sus palabras. Todo es hojarasca vanidosa y correr tras el viento. Ah, y no lo olviden, aún, aquí y ahora que ni estamos en derrota y mucho menos en doma.
Sugerencia gastronómica semanal: Para celebrar que la falacia lipídica ha caído y se rehabilitan las grasas, decidí visitar a Ses Coves (Génova) para regalarme un merecido chute de dopamina : Trato excelente, amabilidad y cuina de tota la vida: canelons de l’àvia, cunill guisat amb bolets, fricandó de vedella amb bolets y albóndigas con sepia y picornells. Sublimes placeres, proclamo.