No sabía pero jamás me hubiera imaginado que los padres de los niños enfermos recibían la comida gratis en los hospitales públicos, independientemente de la duración de la enfermedad del niño, del punto de residencia de la familia o, sobre todo, de los ingresos de la unidad familiar. Supongo que el Ib-Salut sólo se hacía cargo de la comida de los padres que estaban en el hospital a la hora que tocaba y espero que nadie hubiera tenido la idea de hacer 'pic-nics' como en los hoteles, por si los padres no podían ir al hospital. Ahora, en una medida de ahorro, el Ib-Salut restringe esta práctica a los padres de niños en tratamiento oncológico, acabando con el grueso de esta situación. En mi opinión, es absolutamente evidente que cuando adoptó esta medida se cometió un exceso absurdo: la sanidad pública tiene la obligación de atender a los pacientes que tienen una enfermedad, no de dar de comer a los familiares de estos, ignorando su capacidad adquisitiva, su lugar de residencia o su situación personal. Es completamente injusto que de los impuestos de todos se pague la comida a la gente, ignorando su situación. Y si la economía de los padres no les permitiera esta comida, el problema no tendría que ver con el niño enfermo y por lo tanto tampoco debería ser el Ib-Salut quien se hiciera cargo del problema, sino los servicios sociales. Así, pues, esta medida de ahorro más que un recorte es corregir un error que jamás se debió de haber cometido y que se corresponde perfectamente con la mentalidad de que aquí hay dinero para todos, pasen y coman que nosotros podemos y el que no que se vaya a un hospital alemán que allí no son tan espléndidos. Esto es lo bueno de la crisis: permite poner orden en lo absurdo, aunque también se lleva por delante derechos justos y necesarios.





