¿Conspiraban por videoconferencia? Conspiraban por videoconferencia. Y por eso las maquinaciones de una «fontanera» del PSOE en España pudieron ser grabadas en Dubai (¡qué guay!). Así hemos podido escuchar, atónitos, cómo Leire Díez ofreció a un empresario la ayuda de la Abogacía del Estado y la Fiscalía en sus problemillas con la justicia. El empresario está siendo juzgado en la Audiencia Nacional (un presunto fraude de más de 154 millones de euros del IVA) y permanece prudentemente en Dubai, pero la fontanera ofreció desplazar hasta allí a los fiscales para que viajen y vean mundo. Es una manifestación más de la teoría del caos, el efecto Mariposa Nostra según el cual la corrupción del PSOE en España puede acabar con un fiscal en Oriente Medio. El escándalo es, desde luego, mayúsculo: la «fontanera» ha sido pillada intentando cargarse al jefe de delincuencia económica de la UCO, responsable de las investigaciones que cercan a Sánchez y el PSOE. Los Gambino y los Bonanno eran más limpios en sus transacciones, y lo de la cabeza de caballo parece delicado al lado de estos manejos. Debería provocar la caída de cualquier gobierno mínimamente normal, pero el votante sanchista continúa dócilmente estabulado y es improbable que reaccionara aunque Pedro entrase en el Prado y se llevase las Meninas bajo el brazo (y le quitara un helado a un niño al salir), pero no quería hablar hoy de eso.
De lo que quería hablar es de esto: ¿organizar negocios sucios por videoconferencia? ¿Quién es el merluzo que hace eso? Sabemos que Bin Laden, oculto en Abbottabad, tomaba tales precauciones que ni siquiera tenía móvil. Y nos hemos hartado de ver, en las películas, a los mafiosos que eluden los micrófonos yendo a hablar a un parking, con la boca tapada para que tampoco puedan leer los labios. Y en cambio aquí está la «fontanera» del PSOE, feliz como una perdiz, exponiendo tan tranquila sus turbios proyectos en una videoconferencia. Aquí, si queremos buscar referencias cinematográficas, debemos pasar del cine de gangsters a la comedia. En Te amaré hasta que te mate la mujer de Joey Bocca (Kevin Kline), harta de los devaneos de su marido, contrata a dos colgados (Keanu Reeves y William Hurt) para que lo maten, y éstos llegan a la escena del crimen fumados y en taxi. Pues lo de la videoconferencia es igual, y la parte cómica no debe ocultar el aspecto siniestro: la mujer de Joey Bocca se quería apiolar a su marido, y la «fontanera» del PSOE al jefe de la UCO.
Desde luego, esta conducta sorprendente es, en parte, atribuible a la sensación de impunidad. No debemos olvidar que, en estos precisos momentos, el PSOE impulsa una reforma para colar de rondón en la carrera judicial, al margen de las oposiciones, a un montón de jueces (que sin duda presumen más manejables que los actuales) y entregar a los fiscales (¿de quién depende la Fiscalía?) la instrucción de las causas. Y si la reforma no llega a tiempo, ahí está Conde Pumpido al quite, dispuesto a sacar a cualquier sanchista de un aprieto. Pero además de la impunidad hay una estupidez sorprendente. Entonces la pregunta es: ¿cómo es posible que un partido encargue algo tan turbio y delicado a semejante ceporro? Pues bien, la palabra clave es «partido», porque dentro de ellos se desatan dinámicas extravagantes, incomprensibles en el mundo exterior, que los aproximan a sectas o a circos.
El caso es que por los partidos, junto a personas abnegadas y con vocación de servicio público, merodean personajes como Leire Díez, especialmente por la secretaría de Organización; ya se pueden ustedes imaginar cuáles son los que progresan. Con frecuencia provocan la sorpresa de sus allegados cuando los ven salir en fotos, en actos políticos cerca de los líderes. ¿Qué hace ahí el primo Simón (o la tía Jacinta) con lo inútil que ha sido siempre? Y es que estos perfiles son muy apreciados en los partidos por la concurrencia de dos atributos: 1) su docilidad total, derivada de su inexistente alternativa laboral y 2) su completa falta de escrúpulos. Esto último (esto quizás es lo más cargante del asunto) lo disfrazan de maquiavelismo y conocimiento profundo de la política, y es frecuente que empiecen a hablar como en la última serie política que han visto y especialmente Baron Noir (salvo cuando se hacen un lío y hablan de las «monjas insulinas»). En el sanedrín que rodea al líder, en cambio, se suele hablar más bien como en El ala oeste de la Casa Blanca, que también es bastante cargante. En ambos casos están encantados de conocerse y se figuran estar inmersos en una película, así que lo de la videoconferencia no resulta finalmente tan raro.
En fin, toda esta digresión es bastante irrelevante: lo importante es que una banda con comportamientos mafiosas se ha atrincherado en el poder. Pero, adicionalmente, es bastante frustrante que los que están desmontando nuestra democracia no sean unos supervillanos como Goldfinger o Hank Scorpio, sino unos fontaneros insulinos bastante cutres.
Un comentario
Fina ironia, grosero escandalo