El penúltimo escollo

El Girona, que no comenzó bien la temporada, lleva a cabo una segunda vuelta muy respetable, aunque es peor enemigo fuera de casa que en Montilivi. De hecho diez equipos han perdido en su feudo menos partidos que los de Machín y entre ellos el mismísimo Mallorca. Claro que ante su público y a dos puntos de play off, el conjunto rojiblanco se crece y responde en bloque puesto que no posee grandes individualidades. Su éxito es el de la fe, de la solidaridad en el campo y de la disciplina táctica de su entrenador, aferrado a este 3-5-2 que le permite defender y atacar elásticamente. Peligroso a balón parado, atención a las faltas y saques de esquina, no anda sobrado de gol, pero encaja muy poco.
Si Fernando Vázquez espera continuar la próxima temporada, tal y como figura en su contrato, empieza a destapar algunas cartas. Coro, que también tiene un año más, puede ir haciendo las maletas, lo mismo que Arana, intocable hasta hace poco, e incluso Colunga, misteriosamente desaparecido a lomos de los constantes cambios de pensamiento que caracterizan al gallego. No hay por tanto sorpresas en una convocatoria cantada de la que habrá que extraer el papel que se le asigna a Brandon, comodín a la espalda de Ortuño y habitual carne de banquillo en un principio. Los ensayos asignan el lateral diestro de la zaga a Company, en perjuicio de Campabadal, lo que no adquiere mayor significado que un cambio de cromos dadas las similitudes de sus condiciones.
Lo evidente es que el empate sigue sin servir de mucho, a la espera de otros resultados y la victoria despejaría el breve camino que le queda a una competición mediocre y claramente para olvidar.
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