Ahora que varios países de la Unión Europea están recuperando, o se plantean recuperar, el servicio militar obligatorio, me sigue haciendo gracia el chiste de la madre que asiste a la jura de bandera de su hijo, y en mitad del desfile exclama: «¡Ay, mira, todos llevan el paso cambiado menos mi niño!». En España, la mamá del soldadito se apellida Tezanos, un señor que insiste en publicar encuestas tan hilarantes como la chanza del recluta despistado. Todos los institutos demoscópicos del país —incluidos los que publican sus estudios en medios de comunicación de izquierdas— llevan el paso cambiado en sus estimaciones de voto, excepto el CIS de Tezanos, que pronostica una victoria aplastante del PSOE si hoy se celebraran las elecciones.
Ya digo que la madre ingenua del quinto atolondrado aparenta ser Tezanos, porque si el crédulo progenitor se llamara Pedro Sánchez, ya habría disuelto las Cortes y llamado a los españoles a las urnas para ratificar un liderazgo cuasi norcoreano. Resulta un sarcasmo que Tezanos tuviera el cuajo de dar a conocer la última encuesta fake del CIS el mismo día que el Gobierno perdía su enésima votación en el Congreso. Es lo que tiene no jugarse nada, excepto la reputación de un organismo público, porque tu único cliente va a seguir sufragando tus gansadas con cargo a los Presupuestos Generales del Estado. Trump dijo en campaña que podría disparar a alguien en la Quinta Avenida de Nueva York, y le seguirían votando. Tezanos podría afirmar que los españoles consideramos a Yolanda Díaz la mejor oradora desde Castelar, y seguiría cobrando un sueldo público.
Hasta aquí las majaderías. La realidad es que, salvo catástrofe nuclear a su derecha, Sánchez sabe que volverá a perder las próximas elecciones, y por más diferencia que las de 2023. Su estrategia es irresponsable, pero no inconsciente. Hace tiempo que históricos socialistas reconocen con pesar que el sanchismo ha renunciado a obtener una mayoría amplia de votos que le permita desarrollar un proyecto político coherente en todo el país. Así pues, descartado el plan A (ganar unas elecciones con claridad), y el plan B (volver a armar una mayoría Frankenstein, por culpa de una extrema izquierda que se desmorona electoralmente), hace meses que se ha centrado en el plan C.
El plan C de Sánchez consiste en impedir por todos los medios que en España suceda lo mismo que en Baleares en 2023. Es decir, que el PP sumara más escaños que toda la izquierda y el nacionalismo juntos. O sea, que Feijóo pudiera gobernar en solitario, como está haciendo Prohens, porque le bastara la abstención de Vox para una hipotética investidura. El sueño húmedo de Sánchez lo protagoniza un Abascal híper musculado, mostrando bíceps en la tribuna del Congreso, arropado por un grupo con más de sesenta diputados. Y en frente un Feijóo pequeñito, acobardado, tembloroso ante la reencarnación de Santiago Matamoros, liderando a poco más de ciento veinte parlamentarios. Una legislatura así no duraría ni dos años, porque el gallego no tragaría con las propuestas más duras de Vox, y Abascal aspira al sorpasso. Entonces resurgiría Sánchez de sus cenizas para salvarnos a todos de la Internacional Fascista.
La estrategia puede parecer propia de un guión de Netflix, pero en España hemos vivido recientemente situaciones mucho más surrealistas, como una Ley de Amnistía redactada por delincuentes, un fiscal general que en breve será juzgado para determinar si cometió un delito en el ejercicio de su cargo, o la mujer de Sánchez pidiendo dinero a empresas desde un mail de la Presidencia del Gobierno. El plan para engordar el voto de Vox no es descabellado, pero su éxito depende de que las cosas se jodan más.
Hace justo un año, el CIS apuntaba a la inmigración como el principal problema para los españoles. En esto sí coincidía con otros estudios. Casi uno de cada tres encuestados lo situaba en primer lugar. Es obvio que en los últimos doce meses la percepción de la situación ha empeorado, y esto supone un bombeo constante de votos para una derecha radical que plantea soluciones drásticas, y en ocasiones imposibles, para un problema demasiado complejo para su análisis de brocha gorda. Sánchez lo sabe, y por eso deja que se pudra el asunto abonando así el terreno para un discurso xenófobo.
El mejor ejemplo de este plan C lo estamos viviendo en Baleares. Establecer por decreto que en nuestra comunidad no cabe una contingencia migratoria extraordinaria hasta que hayan desembarcado 1218 menores no acompañados, es un insulto a la inteligencia que sólo favorece el auge de comportamientos racistas. Calcular ese ratio de acogida exclusivamente en función de la población es el truco de un irresponsable, o peor aún, de un malvado, como si esos niños y adolescentes estuvieran llegando al mismo ritmo a la costa de Asturias, o a Valladolid, que a Formentera. ¿Beneficia este disparate al PSIB? No ¿Y al PP? Menos aún. ¿Beneficia al discurso de Vox? Por supuesto. ¿Y de quién depende el control de las fronteras? Pues ya está, como la fiscalía.
José Manuel Barquero