El precio de los billetes de avión entre Baleares y el continente ha bajado de forma espectacular en los últimos diez años, como resultado de la liberalización impuesta por la Unión Europea que ha permitido a cualquier operador volar en la ruta que desee y con la frecuencia y precios que desee. Así, hoy, por mucho que los medios de comunicación nos confundan, un vuelo a la Península o al resto de Europa es generalmente más mucho más barato que hace diez años. No en vano esto ha supuesto la desaparición de las compañías que han sido incapaces de adaptarse a la nueva competitividad, como es el caso de Iberia. Sin embargo, entre islas las cosas no han funcionado de la misma forma. Si se hubiera dejado al mercado, los precios habrían bajado pero las frecuencias serían sensiblemente menores a las actuales, lo cual provocaría quejas de otra índole, igualmente fundadas. Por eso hubo intervención pública, se declararon los vuelos interislas de interés público y, tras ello, se adjudicaron los mismos, con un precio tasado, a una empresa, Air Nostrum. Al final, los menorquines e ibicencos tienen la impresión de que no han salido ganando. De hecho, un vuelo entre Menorca o Ibiza con Palma tiene un precio de unos 200 euros, 100 para residentes, muy superior a cualquier enlace con la Península. El asunto no tiene fácil solución puesto que se ha de optar entre vuelos baratos, pero escasos o, en cambio, vuelos frecuentes pero más caros. La protesta que está gestándose en Menorca, con el apoyo (oportunista) de todos los partidos, debería aclarar qué se quiere: oferta o precio. Ese es el gran dilema respecto del cual es muy difícil pronunciarse.





