El sitio de mi recreo

De todas las grandes canciones que compuso Antonio Vega a lo largo de su vida, El sitio de mi recreo quizás sea la más bella y hermosa que creó, o así lo consideramos al menos muchos de sus numerosos admiradores.

El sitio de mi recreo forma también parte del privilegiado grupo de canciones de la música popular española que —literalmente— uno no se cansaría nunca de escuchar, que es algo que muchos de nosotros hemos venido haciendo desde el momento mismo de su publicación, hace ya treinta y tres años.

Hacía ya mucho tiempo que quería escribir un artículo sobre esta prodigiosa canción, pero nunca me atrevía, en parte porque estaba seguro de que mi posible texto no estaría a la altura de lo que Antonio Vega merecía, y en parte también porque pensaba que no sería capaz de expresar con palabras lo que él había significado y aún significa para mí y para miles de personas amantes de la música, sea cual sea la generación a la que pertenezcamos.

Hoy sigo pensando igual, pero creo que finalmente pude encontrar una solución provisional o intermedia, que ha sido la de recordar en esta columna de hoy lo que algunas personas han dicho o han escrito en estos últimos años sobre El sitio de mi recreo o sobre su autor, unas reflexiones todas ellas que yo comparto plenamente.

«Es una obra que destila nostalgia y poesía, llevando al oyente a un viaje introspectivo y emotivo», escribió una voz anónima en la página web 'Letras de canciones'. Esa misma voz añadía elogiosamente que la letra de El sitio de mi recreo «evoca un lugar idílico, un espacio personal de paz y creación, donde la imaginación y los recuerdos se entrelazan para formar un refugio espiritual».

Por último, afirmaba igualmente que el tema de esta composición también podría interpretarse como «una reflexión sobre el paso del tiempo y la búsqueda de la esencia personal» o tal vez como «una oda a ese espacio sagrado dentro de cada uno donde se albergan los sueños y se cultiva la identidad personal».

La grandeza de esta canción reside asimismo en que no rehúye hablar del dolor, del sufrimiento, de la pérdida o de la tristeza, pero lo hace de un modo tan sutil y elegante, que todos esos sentimientos pasarían seguramente desapercibidos si no conociéramos algunos de los profundos abismos personales de la vida de Antonio Vega.

A esos abismos hacen referencia implícita o explícitamente decenas de mensajes que podemos leer todavía hoy en Internet de personas que admiraban sin medida al cantautor madrileño, quien en ocasiones también era equiparado musical y existencialmente con otro grande de verdad, el malogrado Enrique Urquijo, a quien yo también quería mucho.

«Hay gente que pasa de puntillas por la vida sin alcanzar la felicidad. No saben que cuando ya no están sus pies descalzos dejan un ruido que nunca acaba. Bendito seas Antonio», escribió Ana María Alonso Fuertes en una de las plataformas de Google. «Espero que donde esté tenga toda la felicidad que aquí no tuvo. Muy grande Antonio», comentó también allí Miri Martínez, mientras que un usuario llamado Rebel afirmó: «Era un ser especial, sensible y lleno de poesía, frágil y encantador». Del mismo modo, Caridad López subrayó en aquel canal específico: «Antonio, cuanta ternura desprenden tu voz, la letra y tu persona, gracias».

«Su magia vive, sus canciones nos hacen vivir. Su alma está presente, nos mantiene atados a la vida a los demás. Llevo escuchando esta canción, quizás, 20 años y cada vez me cura más, en cada herida, cada vez que la necesito es, sin duda alguna, la mejor medicina que he encontrado nunca», resumió maravillosamente en la misma plataforma Gabriel Crespo, como también lo hizo Purificación García al decir: «Esta canción siempre está en mi vida y me siento como si hubiera sido escrita para mí. El sitio de mi recreo es mi interior, donde estoy conmigo misma en armonía».

Quienes tuvimos la suerte de poder seguir a Antonio Vega desde sus inicios, primero con Nacha Pop y luego ya en solitario, pudimos verle en numerosas ocasiones en televisión, bien presentando sus nuevos temas o bien recordando algunos de sus mayores éxitos. La mayoría de esas actuaciones pueden verse también en Internet, pero hoy me gustaría destacar de manera especial dos apariciones televisivas ya históricas en que, precisamente, interpretó El sitio de mi recreo.

La primera fue en 1993, en el programa de Emilio Aragón 'Noche, noche', en Antena 3. En aquella ocasión, el propio Emilio Aragón acompañó al piano a Antonio Vega, mientras la fascinación y el respeto sobrevolaban por todo el plató. «Si hay alguien que entiende este tipo de canciones es mi amigo Emilio», dijo Antonio con emoción y gratitud, dirigiéndose al público allí presente.

La segunda actuación a la que quería referirme tuvo lugar en 2007, en el especial de Televisión Española 'Papito, 30 años de música', dedicado a la dilatada trayectoria profesional de Miguel Bosé. En dicho programa, este reconocido y controvertido artista interpretó El sitio de mi recreo a dúo con un Antonio Vega ya bastante enfermo en aquellas fechas. Todos pudimos percibir entonces la extrema delicadeza con la que actuó un Miguel Bosé plenamente consciente de aquella dramática circunstancia, por lo que tendrá nuestro agradecimiento y nuestro reconocimiento ya para siempre.

Antonio Vega moriría en Madrid el 12 de mayo de 2009, a los 51 años de edad. Desde entonces y hasta hoy, han sido numerosos los homenajes que ha recibido, incluido el de la dedicatoria de una pequeña plaza en su querida ciudad natal. De todos esos homenajes, hubo en 2020 uno inicialmente inesperado, bellísimo y trágico a un tiempo, protagonizado por Pau Donés. Fue en el excelente y sobrecogedor documental de Jordi Évole Eso que tú me das.

Consciente de que le quedaba poco tiempo de vida, Pau Donés quiso despedirse de su amigo Jordi Évole y de todos nosotros con una última entrevista, que se realizó en su casa gerundense del Vall d'Aran. El documental concluía con ambos amigos hablando frente a las preciosas montañas de ese valle.

«Dinos una música para poner los créditos de una vida», le pedía Évole, y Donés escogió entonces El sitio de mi recreo, de la que cantó este breve fragmento a capela: «Donde nos llevó la imaginación,/ donde con los ojos cerrados/ se divisan infinitos campos./ Donde se creó la primera luz,/ germinó la semilla del cielo azul./ Volveré a ese lugar donde nací./ De sol, espiga y deseo/ son sus manos en mi pelo./ De nieve, huracán y abismos./ El sitio de mi recreo./ Silencio, brisa y cordura/ dan aliento a mi locura./ Hay nieve, hay fuego, hay deseo/ ahí donde me recreo».

Pau Donés fallecería el 9 de junio de 2020, a los 53 años de edad, dos semanas después de esa entrevista, que en sus títulos de crédito reprodujo íntegramente la canción originaria de Antonio Vega, que hoy quisimos recordar una vez más.

De El sitio de mi recreo se escribió y se afirmó muchas veces que quizás sea la mejor canción de la música pop española, y posiblemente sea verdad. Y de Antonio Vega se aseveró también muchas veces que era un «ángel» —«mensajero» en su etimología griega— que había sido enviado a la tierra para cuidarnos y protegernos, y seguramente fuera también verdad. Ese ángel, ese mensajero, nos protege y nos cuida hoy con idéntico amor desde el cielo.

 

Suscríbase aquí gratis a nuestro boletín diario. Síganos en X, Facebook, Instagram y TikTok.
Toda la actualidad de Mallorca en mallorcadiario.com.

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *

Más Noticias