Cuando uno está mínimamente atento a las tonalidades en que se expresa la convivencia en Mallorca se detecta de inmediato una corriente de opinión, más frecuente de lo deseable, que, por ejemplo, se articula al exterior mediante la expresión de sentimientos y actitudes de nostalgia del pasado, de incomodidad frente al modo cómo evoluciona la sociedad, de una cierta insolidaridad con casi todo lo que aparece en el horizonte, de una cierta aversión (se ven amenazados) hacia el extranjero y el ‘forastero’ como si quisieran imponer su modo de vivir, con resistencias a soluciones posibles a problemas acuciantes de ahora mismo (o, al menos, intentar paliarlos), de ver en casi todo especulación y destrucción de Mallorca, de enfrentar demasiado a la gente y no colaborar, en la medida de la posible, en hacer más humana la convivencia.
Al tomar posición frente a tales sentimientos y actitudes, me parece que podría ser útil el soneto (¡Ah de la vida!), un tanto pesimista, de Quevedo, del que destacaré estos versos: “Ayer se fue; mañana no ha llegado;/hoy se está yendo sin parar un punto:/soy un fue, y un será, y un es cansado”. Es el riesgo que tiene echar la vista atrás. Uno ve su infancia, su felicidad, su paraíso. Todos, mallorquines o no, hayamos venido de una tierra u otra, tenemos idealizada, de alguna forma, la mirada hacia atrás, al pasado. Imaginamos la secuencia de la propia vida: ‘fue’, ‘soy’, ‘será’. Es decir, ‘ayer’, ‘hoy’, ‘mañana’. “¿Nadie me responde”? o ¿Nadie quiere escuchar? En cualquier caso, lo entiendo como una emoción, como un sentimiento, que reclama un respeto absoluto y que, por cierto, suele brillar por su ausencia.
A mi entender, sin embargo, habría que llamar la atención y subrayar que tales actitudes y otras de parecido tono, en el fondo pertenecen al ayer, al pasado, que ya se fue. Son, en muchas de sus manifestaciones, profundamente egoístas. Es inútil aferrarse al ayer. La vida sigue imparable. A este respecto, me parece lúcida la distinción entre nostalgia y memoria. La nostalgia, nos dejó dicho Francisco, "bloquea la creatividad y nos vuelve personas rígidas e ideológicas, incluso en el ámbito social, político, y eclesial". La memoria, por el contrario, está "intrínsecamente ligada al amor y la experiencia", que es una dimensión esencial de la vida humana.
Pues bien, cuando uno se aferra al ayer, surge con frecuencia el miedo al futuro y la sensación de duda e incerteza. Aparecen los prejuicios y los reproches esterilizantes. Se instala la división y el enfrentamiento. Uno se encierra en sí mismo. Apenas se socializa con quienes piensan de otro modo, aunque convivan en el mismo barrio. ¿Acaso no es perceptible la presencia de las anteriores tonalidades en la convivencia social de una parte, relativamente significativa, de la sociedad en Mallorca? Por respetables que sean esos sentimientos hacia el ayer, creo, sinceramente, que sería más humanizador modificar la actitud, y elevar y ampliar la mirada. No tiene sentido vivir y, a la vez, permanecer abrazados al error de bloquear la propia creatividad. Merece la pena pararse a pensarlo. ¿Cómo se puede sentir satisfecho con uno mismo si, al mismo tiempo, se adopta una actitud de esterilidad e infecundidad social de la misma vida? ¡Totalmente contradictorio!
El ser humano está llamado a tener un protagonismo activo en el constante proceso de cambio en el que toda realidad, personal y colectiva, se halla inserta. Es ese su destino, es esa su función, es esa su grandeza. Nada menos que colaborar con la creación divina hacia su plenitud. Si, por encima de las ideologías, rígidas y hostiles, se desea, de verdad, aportar algo positivo para la construcción del pueblo al que perteneces y al desarrollo de la convivencia social en él, donde las diferencias enriquecedoras se armonicen en un proyecto común, pienso que es necesario tener en cuenta e intentar realizar estos cuatro principios: “el tiempo es superior al espacio, la unidad prevalece sobre el conflicto, la realidad es más importante que la idea y el todo es superior a la parte” (Francisco, EG, nn. 226-237).
Es más, en esta misma línea, todos deberíamos escuchar esta otra idea, poderosa e ilusionante, del Papa argentino:“toda la realidad social y política no se construye desde la lógica del poder y de los poderosos sino desde el ethos (moralidad de la conducta personal) que anima la vida del pueblo”. Evita caer en la ideologización que te conduce a la deconstrucción de la tierra que amas. Busca sumar y procura la conjunción con quienes sienten como tú. Trata elevarte por encima de los muchas veces mezquinos intereses de las fuerzas políticas. Busca un bien común, que pueda incorporar a muchos. Piensa siempre que el ayer se fue y el mañana depende del hoy que seas capaz de crear.
Gregorio Delgado del Río