La construcción experimenta mejorías: así se deduce del balance anual del Colegio de Arquitectos de Menorca, que ha visado un 17% más de obras que el año anterior. Se trata, sin duda, de un fiel reflejo de la situación económica de la isla, que apunta una mejoría tras años de crisis.
Los promotores vuelven a sumar proyectos, aunque sea lentamente, y empezarán en poco tiempo a remontar el vuelo. Se nota en la obra pública, en la obra residencial y también en la construcción turística. Aunque es pronto para lanzar las campanas al vuelo, lo cierto es que un crecimiento como el del 2.014 es suficiente para ser optimistas. La entrada en vigor de la Norma Territorial Transitoria hacia el nuevo PTI debería aportar unos enteros a este crecimiento para lograr que sea sostenido en el tiempo, puesto que los constructores reclamaban (junto a la fluidez del crédito) una mayor seguridad jurídica.
La construcción, más allá de la imagen depredadora que se ha querido proyectar en este sector, es uno de los motores económicos más sensibles de nuestra sociedad: si el motor está activo, la economía de la isla camina; y si se apaga, la economía languidece. No debemos engañarnos, Menorca necesita una actividad constructora. Otro asunto es qué se construye y dónde, aunque esta no es una decisión exclusiva de los constructores, sino de los promotores y las instituciones, una decisión de la sociedad.






