Si se confirma la información que firma Tomeu Maura en El Mundo de Baleares y Robert Sarver cesa a Maheta Molango, llevará a cabo el primer acto coherente desde que, nadie sabe por qué, decidió comprar las acciones del Real Mallorca SAD a Utz Claassen. De hecho y a la vista de los resultados económicos y deportivos que presenta el CEO, debió tomar la medida mucho antes y seguramente no estaríamos hablando de un descenso a Segunda B cuyo calado es impredecible.
De hecho el club ya no necesita acogerse a la Ley de Sociedades Anónimas Deportivas, así que podría instar su liquidación y continuar como entidad deportiva sin ánimo de lucro, lo cual no le eximiría de sus compromisos hasta la fecha presente, pero abriría un horizonte distinto de cara a futuros compradores. Es más, si los americanos creen que, con Molango o sin él, van a recuperar en algún momento, los 35 o 40 millones que habrán perdido al 31 de diciembre del año en cusro, es que son más tontos de lo que su posición social y de tesorería en Arizona indican.
Por eso, entre otras razones, el previsible despido de Molango no se puede contemplar como un simple cambio de cometido. Este club no levantará cabeza si no inicia una limpieza total y a fondo, que implique incluso levantar las alfombras para barrer la mugre de debajo y rascar hasta los rincones más difíciles de alcanzar con la escoba. Es decir, que los dueños no deberían creer que con la cabeza del consejero delegado se arreglan sus problemas. Es su responsabilidad encontrar a un gestor ducho en el mundillo del fútbol, capaz de aglutinar y conquistar voluntades ajenas y de construir una estructura completamente nueva, sin una sola columna del pasado, a partir de una dirección deportiva experimentada y plenamente apoderada para gobernar esta nave a la deriva. Pero los primeros pasos no permiten albergar demasiado optimismo. El futuro no empieza mañana, sino hoy mismo. De hecho ya ha empezado y no se ha dado un solo paso. El tiempo, aunque no lo parezca, apremia y no ayuda.