La elección de Marga Prohens como presidenta del PP balear marca el inicio de una nueva etapa que ya anuncia, en buena parte, por dónde van a ir los discursos en la larga precampaña que se intuye a partir del verano. Tras la renuncia de Biel Company, Prohens se ha hecho con el liderazgo de PP en las Islas al conseguir el 99,72 por ciento de los votos emitidos en el XVI Congreso Regional de la formación, un acontecimiento celebrado en el Palau de Congressos de Palma este sábado, donde Prohens contó con el apoyo de los pesos pesados del partido: Pablo Casado, Teodoro García Egea, Cuca Gamarra, López Miras o Isabel Díaz Ayuso, la más buscada para las fotos.
De todo lo tratado en las ponencias y discursos, las reacciones y gran parte de los titulares de prensa posteriores pusieron el foco casi exclusivamente en el tema lingüístico, el que más crispación suele despertar. Poco o nada se ha hablado de la gestión de la pandemia, la crisis turística, los impuestos -supresión de ecotasa incluida- o las ayudas a las empresas que fueron objeto de largas reflexiones por parte de los protagonistas del congreso y el propio Casado. La crispación, pues, y la llamada a los planteamientos más extremos parece ser el escenario en el que posiblemente se desenvuelva buena parte de la precampaña para las autonómicas del 2023 que ya se vislumbra.
Unas elecciones a las que -si no cambian radicalmente las cosas en dos años- llegará fortalecido el bipartidismo que representan PP y PSOE, tras el derrumbe de las opciones que representan partidos como Podemos, Més, Ciudadanos o El Pi, seriamente devaluados en las proyecciones demoscópicas. Así, PP y PSOE se jugarán el futuro de la legislatura con dos mujeres como candidatas: Prohens y Armengol. Su enfrentamiento debería dejar de lado la crispación, centrando el debate político en los asuntos que atañen a la totalidad de los ciudadanos de Baleares, especialmente ante el escenario de emergencia social que representa la crisis que marca nuestro futuro inmediato. Debatir sobre la lengua es lícito y, probablemente, necesario, pero no es un debate que priorice la mayor parte de la población, más preocupada por su porvenir sanitario y económico.
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