Entre dos terrorismos

La detención en Ucrania de un ciudadano francés que intentaba comprar armas y explosivos para realizar atentados durante la Eurocopa de Fútbol que está a punto de empezar en el país galo y que, como se desprende del hallazgo en su casa de Francia, de cierta parafernalia ultraderechista y de los atentados que pensaba perpetrar, no pertenece al ámbito del terrorismo yihadista, sino al de extrema derecha, supone un aviso para las autoridades europeas del peligro cierto de aparición de movimientos violentos reactivos contra el islamismo.

Parece, según publican los medios de comunicación de fuentes de la investigación, que pretendía atentar contra mezquitas, sinagogas, delegaciones de hacienda y autopistas y que el motivo era su disconformidad con la llegada de extranjeros, la islamización y la globalización.

Hace tiempo que se sabe que la Eurocopa podía ser un objetivo prioritario del terrorismo yihadista y que las fuerzas de policiales y los servicios de inteligencia franceses, y los del resto de Europa, están en estado de máxima alerta, pero la aparición, o confirmación, de una posible amenaza de atentados desde la extrema derecha añade un factor de complejidad con serias implicaciones para la seguridad de los ciudadanos, tanto durante el evento futbolístico como después.

De hecho, hace tiempo que en Europa se producen de tanto en tanto acciones violentas y atentados terroristas contra centros de acogida de refugiados, mezquitas, sinagogas, cementerios judíos, comercios regentados por inmigrantes y organizaciones de ayuda y acogida y algunos expertos internacionales vienen advirtiendo de la posibilidad de que aparezcan en Europa grupos terroristas fascistas organizados, que intentarían provocar el caos que haría que una mayoría de la población exigiera a los gobiernos europeos medidas de máxima dureza policial, el cierre de fronteras e incluso la expulsión de inmigrantes irregulares y refugiados y, en último término, una confrontación social permanente entre los ciudadanos “autóctonos” y lo que son originarios de otros continentes.

El auge, y la llegada al poder en algunos países, de partidos políticos con idearios y posicionamientos cercanos a la extrema derecha y a la xenofobia, cuando no xenófobos sin tapujos, no hace sino estimular la aparición de movimientos ultranacionalistas, islamófobos, antisemitas e integristas cristianos, de los que pueden surgir grupos o grupúsculos violentos que degeneren en terroristas. Y, en último término, todos ellos provocarán una reacción en el otro lado, que significará más radicalización, más individuos engrosando las filas del yihadismo, más odio y más peligro de atentados indiscriminados.

Todo ello puede llevar a Europa a una etapa de inestabilidad que resultaría letal para la convivencia, la moral, la economía y el bienestar de los ciudadanos. Cuando el miedo se instala en una sociedad, surge lo peor de la naturaleza humana, la desconfianza, la sospecha, el recelo, la discriminación, la segregación, la marginación, la exclusión, la delación, el odio, el rencor y la sociedad se desmorona, la tolerancia desaparece y los valores democráticos se sacrifican en el altar de la sacrosanta seguridad.

Los gobiernos de los países y la Comisión Europea como gobierno de Europa, aunque sea más una entelequia que una realidad, deben velar por la seguridad de los ciudadanos europeos, actuando con la máxima diligencia y presteza contra todo tipo de terrorismo y delincuencia, pero deben también velar por la preservación de la convivencia y de los valores que conforman nuestra civilización, por más que se encuentren ahora mismo en entredicho.

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