Antes la moda, como los bebés, venían de París; hoy, las tendencias y las novedades proceden de Silicon Valley. Los pirados de turno del núcleo inventor mundial proponen –con un par de huevos (batidos)- olvidar los añejos manjares distribuidos tradicionalmente en desayunos, comidas, meriendas y cenas a cambio de cuatro batidos que garantizan, sobre el papel, toda la aportación diaria necesaria y recomendada de calorías, carbohidratos, proteínas, grasas, vitaminas y hasta treinta y cinco nutrientes básicos diferentes, de manera rápida, cómoda y económica; no hay ninguna necesidad de cocinar ni de masticar.
Parece ser que los techies, otrora tecnócratas, están encantados con esta puta dieta que les permite (¡canallas!) aguantar, sin problemas, sus exigentes jornadas laborales. Desde mi sincero punto de vista, estos auténticos gilipollas pueden ir a tomar por el saco y, luego, disfrutar de un batido extra.
Disculpen mi ira demoníaca pero, a mi edad, las idioteces se vislumbran con más nitidez y transparencia y, consecuentemente, los ardores mentales se suceden sin tregua ante tamaños dislates. Hay que ser muy, pero que muy imbécil, para dejar de lado las delicias de un buen desayuno (con huevos, jamón , judías con salsa de tomate, queso fresco, tostadas con mermelada de fresa, ensaimada, zumo de naranja y té o café); hay que ser muy, pero que muy cafre, para abandonar al vacio una potente comida (con una deliciosa ensalada, unas lentejas con chorizo, unas suculentas perdices a la col, un queso gorgonzola, una tarta tatin y otro té o café con su copita de hierbas secas y todo esto regado con un mazizo y poderoso Maciá Batle, de Binissalem); hay que ser muy, pero que muy capullo, para dejar de amar una buena merienda a eso de la media tarde (con unas pastitas y un té o con un jabuguito con pan tierno y una copa de jerez); hay que ser muy, pero que muy estúpido, para saltarse una cena (con su sopita caliente con tropezones, sus raviolis al pesto y su pescado a la plancha con patatitas panadera, mojado con un blanco fresco Miquel Soler, de Petra, suave y afrutado).
Y todo eso, toda esta furibunda memez, a cambio de cuatro desgraciados batidos que no harán otra cosa que disminuir, a la corta, los procesos de natalidad universales. Porqué, de verdad, a base de batidos la gente andará tan aburrida que dejarán de copular y se lanzarán a ver programas de Buruaga en televisión.
Y si no, al tiempo.