Europa como verdugo

Preocupa que los representantes políticos sean agredidos físicamente. Cómo alarmante es también que los ciudadanos se sientan menospreciados en sus derechos básicos, impúnemente.

La cosa pública anda pudriéndose.

Mientras, la campaña por convencer de las bondades de una Europa, a la que se siente como verdugo, sigue su curso.

Se la puede imaginar, a esa Europa, como un fantasma que ordena sin piedad, recortes contra la esperanza. Tan inútil como dolorosa. Representada por la clase política con menos credibilidad de la historia.

Empieza el ciudadano a darse por enterado que esa clase política en la que se confiaba, a la que se otorgaba el mando, se ha vendido al mejor postor. Lleva tiempo bajo sus dominios y poco le importa, o nada, el votante y sus problemas, sus derechos y sus necesidades. Ni la credibilidad de su programa electoral.

La clase política vendió su alma al poder económico creyendo poder optar a él. Ahí empezó el desahucio para sus representantes y la desgracia para el pueblo.

Ahora sabemos quién manda y a merced de quién están aquéllos elegidos para la democracia. Y sí, levantan los brazos triunfales en sus mítines de charlatanes, porque ellos sí consiguieron sus objetivos personales. La masa aplaude esa alegría. ¿Hasta cuándo?

No hay avances económicos, hay retroceso en derechos sociales, hacen brotar leyes sin objetivos, la justicia es claramente bananera y los servicios de seguridad amenazan con miedo. ¿A dónde vamos?

No pueden justificarse las agresiones, pero hacia ninguna dirección.

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