Convendría no engañarse más de la cuenta. El papel de la Unión Europea en la crisis por la soberanía de Ucrania es bien secundario. Importamos en tanto que somos un nutrido mercado, pero poco más. La geoestrategia hace mucho que desapareció de los despachos de los dirigentes europeos. Simplemente, estamos a lo que otras potencias deciden por nosotros.
Los agentes en disputa son los EEUU travestidos de OTAN -nación que, bajo presidencia demócrata, no pierde jamás una oportunidad para hacer la guerra-, obviamente, Ucrania y la Rusia imperial y, de refilón, China. Nosotros somos solo el vecino que se queja ante el presidente de la comunidad del ruido que arman los del piso de al lado.
Nuestra dependencia energética de países potencialmente conflictivos -Argelia, Rusia, los productores de petróleo en general- es el resultado de un liderazgo alemán que nos ha conducido al abismo de la sumisión absoluta, mientras trataba de contener un movimiento ecologista que ha conseguido criminalizar una energía limpia y 'soberana' como la nuclear, favoreciendo los intereses del enemigo. Si mañana se cierra el grifo del gasoducto ruso y estalla una guerra en la frontera ruso-ucraniana, el petróleo se disparará y la débil recuperación de la economía europea se esfumará por completo. Puede ser la más terrible crisis vivida jamás en nuestro continente.
El único país que rema en sentido opuesto, tratando de revalorizar lo europeo, es una solitaria Francia, no exenta de problemas internos. España, en cambio, abraza todo lo que proviene de Alemania -especialmente, todo lo malo-, lo que nos ha convertido en simples monaguillos de los pontífices germanos, para los que no contamos en absoluto, salvo para fijar su segunda residencia. Enviamos fragatas y aviones porque nos lo mandan quienes nos financian una economía en bancarrota, y no porque Sánchez y sus analistas estratégicos de cabecera hayan concluido que nos interesa extender las fronteras de la Alianza Atlántica hacia el Este.
La Europa de los mercaderes -que no de los ciudadanos- ha renunciado a ser una potencia y ya solo aspira a jubilarse convertida en un pacífico parque temático de lo que en otras épocas fue el Viejo Mundo.