La ciudad de Palma ha conseguido, con gran esfuerzo, posicionarse en el mercado turístico de destinos urbanos de fin de semana. Esta fue una apuesta decidida por parte del sector turístico en su conjunto, de la mano de las instituciones. Todos juntos comprendieron que Palma tenía un potencial espectacular que había que explotar. Cuando cerraban los hoteles de playa al término de la temporada estival, la ciudad ofrecía un atractivo capaz de hacer que muchos turistas optaran por venir: unas buenas conexiones aéreas, un clima suave, muchas opciones de visitas breves y variada oferta cultural. La escasa oferta comercial y el hecho que la ciudad pareciera cerrar los fines de semana, fueron obstáculos que pudieron ser superados gracias a modernizar la normativa y a la inversión privada. Lo mismo ocurrió con la escasez de alojamientos turísticos urbanos de calidad, que dieran respuesta a una demanda específica. Surgieron así multitud de hoteles boutique en lugares emblemáticos de Ciutat.
El alcalde José Hila ha sido testigo de la transformación de la ciudad en este aspecto y ha constatado en la World Travel Market de Londres la magnífica disposición de los turoperadores británicos de apostar aún más por Palma. Es por ello que ha de insistirse en la necesidad de consolidar las medidas que nos han traído hasta donde estamos y que nos llevarán, si se mantiene el rumbo, a una mejora sustancial de la oferta turística de Palma que ansían muchas otras ciudades vecinas, ávidas de que se cometan errores para captar el nicho de mercado que ahora copa la capital de Mallorca. No se olvide que un casco antiguo espectacular y unas murallas históricas no son patrimonio exclusivo de Palma y pese a que han estado allí muchos siglos, por sí solas no atrajeron a muchos turistas en invierno, como sí se ha conseguido ahora ofreciendo más atractivos que Palma posee.
El equipo de gobierno municipal no debe caer en la tentación de anular medidas políticas acertadas, solo porque fueron hechas por otros gobernantes. Deben apuntarse al carro del éxito y de la mano de los empresarios turísticos, ser capaces de dar todas las facilidades posibles para que la actividad económica se desarrolle con normalidad y sin cortapisas políticas ni prejuicios ideológicos.
Dar marcha atrás a la apertura comercial los domingos en el centro de Palma, así como dificultar la actividad de las terrazas en lugares emblemáticos y de gran belleza, como es el caso del Passeig des Born, constituirían gravísimos errores que Palma no se puede permitir, pues las consecuencias serían desastrosas y tirarían por la borda todos los esfuerzos que la colaboración público-privada ha llevado a cabo para conseguir que Palma tenga cada día mayor actividad turística y económica en temporada baja. Sería absurdo romper con la senda del éxito en la que ahora estamos y que las cifras de ocupación demuestran.





