El ministro de Consumo, Alberto Garzón, ha definido estos días la actividad turística como algo precario, estacional y con bajo valor añadido. Declaraciones que no han gustado nada al ramo y por las que pide su dimisión.
El error de España fue, según el ministro, haberse especializado en sectores de bajo valor añadido como la hostelería, el turismo y la exportación de productos manufacturados, en lugar de haberlo hecho en sectores con alto valor añadido o especializados en productos tecnológicos como hizo, su referente en todas las comparativas, Alemania.
Decir que fue un error elegir como compañero de viaje al turismo hace más de cien años, en un momento en el que está siendo uno de los sectores más castigados, es inoportuno. Y hacerlo sobre aquello que representa el 13% del PIB español y genera el 12% del empleo es, además, inapropiado.
El turismo fue un regalo que llegó a Mallorca hace más de un siglo atraído por nuestras preciosas playas y excelente clima. El hecho de que no nos equivocamos se encuentra en las Memorias Comerciales de 1930 de la Cámara de Comercio de Palma en las que expresó que el turismo “es quizás la industria más próspera y de más rendimiento”. Se potenció en la etapa aperturista del franquismo con el Plan de Estabilización de 1959 y trajo esperanzas a una economía pobre basada en la agricultura, provocando una gran transformación económica y social. El camino hasta hoy ya lo conocemos.
Es el momento de ayudar y no de dinamitar la principal industria del país. Por respeto a los pioneros que vieron el turismo como una oportunidad de crecimiento a principios del siglo XX, por respeto a los empresarios que han arriesgado en él y por respeto a muchos trabajadores y votantes del señor ministro que viven de él.
El turismo y la hostelería son algo más que Magaluf y parece ser lo que el ministro tiene en mente cuando se refiere a él. Es cierto que Magaluf existe, así como muchas réplicas de ese modelo a lo largo del territorio español. Es el momento de apostar por su eliminación como modelo.
Magaluf es turismo, pero no todo el turismo es Magaluf. Estamos en un momento idóneo para reinventar (palabra de moda estos días) los destinos turísticos maduros que compiten en precio y con infraestructuras obsoletas. El ministro Garzón está en una posición privilegiada para influir en la redefinición de la oferta turística, no para denostarla. No hay que inventar nada. Solo tiene que potenciar lo que ya existe.
Parece que el ministro lo desconoce pero en Mallorca somos líderes en innovación turística. Podemos tomar como ejemplo la puntera innovación turística que surge desde el Parc BIT, la loable reconversión iniciada por los empresarios de la Playa de Palma, la valiente apuesta de Meliá por la renovación de su planta hotelera en la propia Magaluf, al lado de Punta Ballena o las bases que la ciudad de Palma ha puesto como destino turístico inteligente.
Tenemos lo mejor y lo peor.
Es el momento de liquidar el modelo de turismo de borrachera low cost. Como bien decía mi querido amigo Toni Capellà cuando, para desgracia de ellas, se despedía de sus conquistas veraniegas en los años de aperturismo, allá por los 70, toca decir: Finito Magaluf. Es el momento de dar estocada a un modelo caduco de baja productividad y alta precariedad con el alcohol y el desenfreno como gancho. Señor ministro, hagamos definitivamente un “finito Magaluf” pero no arrastre el resto del sector en sus pensamientos.





