Uno de los logros que nos llena de orgullo a los españoles, al menos hasta hace poco, fue el espíritu de concordia que caracterizó la Transición y la reconciliación nacional que supuso la aprobación por referéndum de la Constitución de 1978. Claves para entender el periodo democrático que estamos viviendo. El mayor de nuestra historia.
El pueblo español alumbró un nuevo régimen político en libertad que dejó para la historia el odio de la guerra. Por esta razón es absolutamente despreciable que desde la aprobación de la mal llamada ley de memoria histórica se quiera revivir aquella cruenta contienda entre hermanos consiguiendo remover el rencor a través de remover fosas comunes.
Es perverso, además de una manipulación en toda regla, que justifiquen la apertura de fosas, aún sin petición de familiares, como intento de devolver la dignidad a quienes ya la habían recuperado, sobre todo y definitivamente, con el pacto que la sociedad española selló para, entre todos, caminar hacia la democracia. En cambio, es comprensible que los pocos familiares que han solicitado conocer el lugar donde reposan los restos de sus allegados desaparecidos durante el enfrentamiento civil dispongan de los instrumentos adecuados para ello, aunque hayan transcurrido más de 70 años desde aquellos lamentables hechos. Pero entonces también es cierto e igualmente comprensible y respetable, o de “justicia”, como afirman algunos, la legitimidad de quienes igualmente desconocen el paradero de sus familiares represaliados a manos del ya decadente régimen de la Segunda República en fusilamientos y ejecuciones masivas, como las sucedidas en Paracuellos o en Alcalá de Henares, por citar sólo dos ejemplos. En este punto coincidirán conmigo que llama la atención que siendo Francisco Franco el Jefe del Estado durante 40 años no se abrieran todas las fosas de las víctimas del terror comunista.
También habría que asumir que para una investigación seria y justa se tendría que prescindir de investigadores ideologizados. De este modo sería difícil no aceptar que el origen y la causa de la guerra civil y sus crímenes fue el hundimiento de la legalidad republicana: Fue el Frente Popular compuesto por golpistas republicanos, comunistas, anarquistas, separatistas y los racistas del PNV, los que originaron el hundimiento de la Segunda República. Hacer pasar por demócratas y republicanos a estos partidos es un fraude histórico del que derivan tantos otros.
Sinceramente, no es de recibo que en una democracia asentada como la nuestra, tras 40 años de régimen constitucional, los exhumadores de la izquierda radical exploten los sentimientos de las gentes desinformadas para apuntalar su revisionismo y manipulación histórica. Lejos de ser un acto de justicia, como proclaman, realmente es un acto para avivar el odio y el enfrentamiento por cuestiones ya superadas desde 1978 con la aprobación de nuestra Constitución.
Los políticos que, junto a alguna asociación de memoria histérica, han montado un circo irrespetuoso con los enterrados en el cementerio de Porreras (Mallorca) pretenden que los restos de aquellas personas se transformen, 70 años después, en rentas políticas. Por ninguna otra razón se ocupan de ellos. Posan en el macabro photocall del cementerio los mismos que con sus declaraciones y acciones políticas ponen en duda, todos los días, la legalidad democrática nacida de la Transición.