Francina quiso ser la chica de Dirty Dancing

Francina Armengol y un servidor nos llevamos solo unos meses, aunque debo reconocer que ella se conserva bastante mejor que yo. A diferencia de otros políticos a los que el poder les desgasta en lo físico, a nuestra presidenta el Consolat le ha sentado bien. La verdad —y no lo consideren un comentario machista sino un cumplido que hace honor a la verdad— es que está fantástica. Se la ve bronceada y ahora que se ha dejado el pelo un poco más largo y se ha hecho mechas está estupenda. Cuando la película Dirty Dancing se estrenó en España los dos teníamos diecisiete años. Imagino entonces a Francina como una estudiante aplicada imbuida de eso que los cursis progres llaman «compromiso político». Y la imagino también tirada en el sofá de su casa, lagrimosa y compungida, viendo una y otra vez Dirty Dancing, dándole al play y rebobinando sin compasión la cinta de VHS hasta que ardieran los «cachitos de hierro y cromo» que diría Kiko Veneno. Y ya puesto a imaginar, quién sabe si de su querencia por los bailoteos de Patrick Swayze surgió su determinación para llegar a ser la mejor bailarina de la historia del Gobierno balear, si imaginó entonces que apartaría su temprana vocación de farmacéutica para convertirse en presidenta sin la necesidad de ganar unas elecciones. Quizás Francina quería ser la Jennifer Grey de Dirty Dancing.

Dirty Dancing también es una película con conciencia social, oigan. Según el guión, los pobres trabajan como burros para los señoritos, pero por la noche, aún deslomados, en lugar de irse a descansar para continuar siendo explotados al día siguiente, se van de farra. Ellos bailan y follan, cosa que los ricos, por lo visto, no saben hacer. En la película no queda muy claro como se reproducen los ricos, ya que son tan finos que el metesaca les da asquillo y lo más emocionante que saben hacer es jugar al bridge. ¿Por esporas, por mitosis, generación espontánea…? Qué gran enigma.

Francina, con la perseverancia propia del que nunca gana unas elecciones, ha medrado en la política. Sí, ha logrado ser nuestra presidenta y nuestra mejor bailarina. Lleva toda la legislatura bailando. Unas veces elige la música y otras no. Su baile es de esos que embelesan al espectador, de un eclecticismo pocas veces admirado en el escenario. Tanto le da bailar la conga como la yenka o hacer ejercicios de acróbata funambulista, sabiendo que si cae del alambre no faltaran amigos que le quiten la red. Bailó la conga en la calle cuando se cargó la Ley de Símbolos. Nos demostró que hay otra forma de hacer política, mucho más del pueblo, que consiste en salir del Parlamento en plan güisquicheli a celebrar la vía libre de los estelados en los colegios, como si sus señorías fueran kartofens del Balneario 6 en éxtasis por una goleada del Bayern de Munich. La verdad es que entonces tuvo fácil montarse la coreografía porque los del Partido Popular se quedaron hechos unas cariátides. Los humillan y no mueven el culo.

Esta semana Francina ha hecho la yenka, baile popular entre los políticos de todo color. En esta ocasión no ha elegido la música. El dúo dinámico compuesto por Patricia Gómez, la consellera de Sanidad, y Juli Fuster, director general del IB Salut, se ha marcado un temazo que lleva por título Puedes currar en los hospitales sin saber catalán, que viene a ser una versión en estilo reguetón del gran éxito veraniego de José Ramón Bauzá El catalán será mérito, no requisito. Tan orgullosos estaban de su trabajo que lo publicaron en el BOIB y todo, que para estas cosas es como la lista de los 40 Principales El pasado martes, por unas horas, acreditar conocimientos de lengua catalana no fue necesario para optar a la oferta de empleo público. Médicos, enfermeros, farmacéuticos —como Francina y Joserra— y demás técnicos sanitarios quedaban eximidos del conocimiento del catalán. Es lógico si tenemos en cuenta que tampoco se lo piden a los consellers. Ahí tenemos al responsable de Trabajo, Iago Negueruela, que además ahora promociona en el PSIB y lo sacan en ruedas de prensa para que raje de la actualidad política hablando en la lengua de Cervantes.

Pero el Twitter es implacable, y bastaron 140 caracteres de Més per Mallorca para que se declarara el zafarrancho de combate en el Consolat y Juli Fuster emitiera un comunicado diciendo que lo del catalán estaba arreglado, que ya haría una resolución o algo así para que volviera a ser requisito. A Fuster y Gómez les faltó salir al escenario cantando la horterada esa del Boig per tu de Sau, que ahora la canta Shakira haciendo gorgoritos y me han comentado que también suena en las fiestas privadas de los cachorros del PP. Francina se ha marcado una yenka con ganas o sin ellas, es irrelevante, porque sus socios de gobierno le han quitado los pantalones —hace tiempo que los llevan— y la presidenta anda palante y patrás que parece Chiquito de la Calzada. La política la marcan 140 caracteres. Un mísero tuit lanza a la pista de baile a la presidenta, sola, bailando junto al fantasma de Patrick Swayze que solo ella puede ver.

Es preocupante que un partido mayoritario como el PSIB se halle a la deriva, preso de Més y Podemos, que pueden ser todo lo respetables que le brinden su cuota de votos, pero que no son el PSOE. Los socialistas se podemizan a nivel nacional aunque hace años que en Baleares iniciaron la senda de de la nulidad ideológica vendiendo la confianza de sus votantes a fuerzas con menos representación que ellos. ¿Qué queremos doblar la ecotasa, como hemos visto esta semana? Adelante. Y lo mismo sucede con el PP, un partido vacuo sin ideología ni ideas. Génova 13 es un páramo ideológico. Aquí, tras deshacerse de Bauzá están encantados de haberse conocido, haciendo una oposición perezosa y no alzando la voz demasiado no vaya a ser que los llamen españoles y vuelvan las camisetas verdes. Y así nos va, que un puñetero tuit es suficiente para hacer bailar a toda una presidenta, mientras los otros guardan los cuchillos hasta que Biel Company tropiece y tengan una espalda encorvada al alcance. Armengol será muy lideresa en la calle Milagro, pero en cuanto pone un pie en la calle baila el mambo si se lo piden. Y Company no ha entendido que el aparato lo puso y el aparato puede quitarlo porque en el PP de Baleares lo único que importa es asegurarse el jornal a fin de mes.

Miren, a mi que al personal sanitario le pidan el catalán me la trae al pairo, que ya les conozco y luego me acaban llamado de todo. Siempre he mantenido que si para optar a un empleo público se exigieran conocimientos por igual de español y catalán, no pasaría nada y además nos íbamos a echar unas risas. Yo puedo hablar con un médico en las dos lenguas y el que me atienda en una u otra no me crea ningún trauma ni supone un escarnio para mi cultura, que es mía y personal, de nadie más. No necesito que nadie me diga lo que es la cultura y mucho menos que intente despertar mi conciencia social.

Y el que doblen la ecotasa —que me parece un robo: «hala, que paguen los guiris, que son tontos»— ni me importa. Al final nos iremos a la mierda y no habrá responsables, nadie reconocerá los desastres. A mi lo que preocupa es que a un ciudadano que trabaja, ahorra y se compra una casa, se la puedan ocupar unos manguis, la desvalijen, la dejen hecha una ruina, y aquí no suceda nada. Lo hemos visto en el Pont d’Inca Nou, en Marratxí. Si trabajas y pagas impuestos eres un imbécil, un paria, un vasallo, nunca un ciudadano. Ya, y ahora dirán que soy un facha y que hay que proteger a los que menos tienen y bla, bla, bla… Los ocupas de Marratxí son delincuentes, no pobre gente a la que, por supuesto, debemos ayudar.

Y por si los últimos días de agosto no han sido lo suficientemente deprimentes, resulta que se nos muere Tobe Hooper. Es junto con Wes Craven y Alfred Hitchcock el creador del «terror rural», ese de coger el desvío de una carretera y acabar hecho carne picada. Suyas son obras maestras como La matanza de Texas (1974) o la infravalorada e imprescindible Fuerza vital (1986). Para la televisión nos dejó joyas como el capítulo piloto de la serie Abducidos (2002) —una maravilla— o la inquietante miniserie El misterio de Salem’s Lot (1979) basada en una historia de Stephen King. Podríamos discutir durante horas sobre si Hooper dirigió en realidad Poltergeist o si lo hizo Steven Spielberg, de si Armengol baila en las discotecas, o de la razón que lleva a algunos a cantar Boig per tu cuando se intoxican, pero esas son otras historias…

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