Guerra al turismo

Es innegable el intento que desde hace ya bastantes meses determinados agentes políticos y sociales llevan a cabo con insistencia para transmitir una imagen negativa de la industria turística de Balears y aún más del sector hotelero. De una forma un tanto burda y maniquea, abusando de argumentos demagógicos y a menudo sesgados, cuando no directamente falsos, se transmite a la ciudadanía que los hoteleros de Balears son poco menos que seres maquiavélicos y codiciosos que únicamente persiguen capturar turistas para confinarlos en sus establecimientos y así sacarles todo el dinero impidiendo que lo gasten en ningún otro lugar y donde los trabajadores son poco menos que esclavos del siglo XXI que ni cobran salario ni tienen convenio y, además, se les somete a todo tipo de malos tratos y explotación laboral.

Este mensaje pueril y absurdo que nadie en su sano juicio puede creer, se complementa de sesudos informes donde abundan los datos sacados de contexto, aderezados con todo tipo de consideraciones subjetivas sobre la inminencia del Apocalipsis turístico que se avecina. La saturación y el colapso están aquí y ya no cabe ni un turista más so pena de morir aplastados unos contra otros.

En poco menos de dos años hemos pasado de lamentarnos porque los hoteles estaban vacíos (y por tanto cerrados y los trabajadores en el paro) por la ausencia de vuelos que los trajesen, a rasgarnos las vestiduras porque ahora hay muchos turistas, demasiados, no se puede dar un paso sin toparte con cruceristas u otro tipo de visitantes que ya no son bienvenidos y vistos como amigos y como fuente de riqueza, sino como un estorbo o casi peor, como una plaga que hay que eliminar.

Hemos pasado de lamentarnos porque los hoteles estaban cerrados a hacerlo porque hay muchos turistas

Se habla de saturación hotelera ocultando el dato de que no solo no hay más camas de hotel, pese a que hay más hoteles de mayor categoría pero nunca más camas. Justamente porque había que cambiar el modelo de turismo de masas por el turismo de calidad, con mayor poder adquisitivo. Sin embargo todo se ha visto trastocado por la proliferación de la oferta ilegal, al margen de toda regulación y que no paga impuestos. Hay zonas donde cualquiera con una habitación vacía la alquila poniendo un colchón en el suelo, miles de camas ilegales. Lo mismo se puede decir de un sofá cama. Pero no, la culpa es de los hoteleros.

Hay quien se atreve a comparar las ratios de cama hotelera por habitante que ofrece Mallorca con Canarias y Andalucía, pero no se dice inmediatamente las tasas de paro que registran aquellas comunidades autónomas. Ni tampoco se contabiliza el peso de la oferta ilegal, auténtica causa primera de que la población visitante no se pueda ni contabilizar con rigor, como no sea con las cifras de pasajeros que ofrece AENA.

El crecimiento de la oferta de turismo de congresos (hasta ahora casi inexistente), y el de turismo urbano con hoteles de lujo en las ciudades son el motor del cambio en el modelo turístico, pero algunos critican el turismo de sol y playa como también el de congresos y el cultural de fin de semana porque consideran el turismo algo así como el picudo rojo de las palmeras, algo que hay que destruir.

La oferta reglada paga impuestos, contrata personal, contribuye al sostenimiento de los servicios públicos y de las infraestructuras. Pese a eso se la ataca con saña y se defiende la libertad de los alquileres turísticos ilegales, que ni pagan tasa de agua, ni IVA, ni Ecotasa, ni nada. Esto es lo que defienden algunos que parecen añorar las tasas de paro y pobreza de otros lugares.

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