“La reacción del Gobierno ante el caso de Francisco Salazar se ha instalado en una negación tan calculada como insostenible” (Editorial. El Mundo, 4.12.2025). Dicho en román paladino, se ha expresado, como es habitual en él y en el partido: con redomada hipocresía, con doble moral, en abierta contradicción con su lema de ‘tolerancia cero’ frente a las presuntas agresiones sexuales. Sigue al refranero español: "consejos doy que para mí no tengo". Y, luego, se pavonean de proteger a las mujeres como nadie (Armengol) y de ser los más feministas del mundo. Una gran mentira. ¡Hipócritas!
No es el primer caso ni la única vez en que se advierten actitudes gubernamentales y de algún partido de izquierda en contradicción manifiesta con la protección de la mujer. Ha sido una constante en el tiempo. Ahí están, por poner algunos ejemples más significativos, el caso Tito Berni, el caso Koldo-Ábalos, la resistencia de varios meses a modificar la Ley del sí es sí, los repetidos fallos de las pulseras antimaltrato, el caso Navarro y el caso Tomé. La narrativa frente a la realidad. Y ésta, sustituida por la ideología. Un ‘fraude’ (Espinosa de los Monteros).
En el caso Salazar, se ha actuado como si nada hubiese ocurrido. Las informaciones de la semana pasada (cfr. ‘el mundo’ y ‘eldiario.es’) fundamentan cualquier interpretación, por tendenciosa que pudiera parecer. Atiendan a cómo lo ha visto Ramón Aguiló, comunicador nada sospechoso de pertenecer a la ultraderecha: “Paco Salazar (…) fue denunciado por acoso sexual por empleadas de Moncloa. Se le abrió expediente y él mismo se dio de baja en el partido. Primero se cerró el expediente, después se dijo que seguía abierto. Ahora sigue en la Moncloa asesorando a su amigo Sánchez, como si nada Y ahora se sabe del acoso con el que el rijoso asesor atormentaba a sus empleadas. Que si los escotes, que si el culo bien moldeado por los ceñidos pantalones, que si la escenificación de una felación, que si salir del baño con la bragueta abierta y cerrarla ante las atribuladas compañeras. Y tan campante, el personaje sigue en sus labores de formatear el feminismo presidencial” (DM). ¡Vaya desfachatez! ¡Vaya manipulación y degradación de la mujer!
Las explicaciones de las ministras, Ana Redondo y Pilar Alegría, han venido a echar más leña al fuego e incrementar el malestar entre las federaciones (cfr. DM, 5.12.2025, pág. 33) y los sectores feministas del socialismo. “El lunes, Ana Redondo se jactaba de haber dado una respuesta ‘ágil, contundente y rápida’. Dos días después calificaba de ‘asquerosos, deleznables y de machismo del más alto nivel’ los comportamientos atribuidos a Salazar. Ese reconocimiento explícito implica admitir la extrema gravedad de los hechos. Y, por tanto, la obligación política de actuar. Lo mismo sucede con Pilar Alegría, fotografiada en una comida con Salazar tras su cese en Moncloa y en Ferraz, pero que ahora afirma que las expresiones de éste le resultan ‘vomitivas’. Si consideran que hubo comportamientos intolerables, ¿por qué no se activaron los protocolos? ¿Por qué no fueron atendidas las denunciantes durante cinco meses?” (Editorial ‘el Mundo’, cit.). A todo ello, hay que sumar la propaganda de María José Montero: ‘cualquier intimidación, cualquier acoso,… va a contar con la absoluta reprobación mía, por supuesto, de este Gobierno y del PSOE’. Siempre lo mismo. ¡Hipócritas!
Suele ocurrir que, a no tardar, se descubre la incoherencia entre lo que se dice y lo que se hace. En tal caso, la confianza en el gobernante suele quedar muy erosionada, incluso, como en este caso en el que ya llueve sobre mojado, ha provocado que la situación se les haya ido de las manos. Esto es, que no hayan podido gestionarla, “que, como decía el Editorial de ‘el Mundo’, ha abierto un boquete político que Pedro Sánchez no logra cerrar”. A pesar del aparato de propaganda, que exhiben a nuestra costa, es obvio que “el silencio y la opacidad son incompatibles con la ‘tolerancia cero’ que el PSOE ha enarbolado durante años como bandera identitaria” (Ibidem) frente a tales presuntas agresiones.
Las aguas bajaban muy revueltas. No las pudieron encauzar. Ha tenido que salir Sánchez y asumir ‘en primera persona’ la ‘responsabilidad’ de un ‘error en la velocidad’ de la gestión del caso Salazar. Da igual. Digan lo que digan, lo diga quien lo diga, a toro pasado, ya no pueden borrar la percepción que se ha instalado en la ciudadanía. El ‘sanchismo’ no protege de hecho a la mujer. Nos manipuló Armengol cuando celebró que el feminismo de la Ley del sí es sí protegía ‘más y mejor los derechos de los mujeres’ y han seguido protegiendo a los ‘machistas’. ¡Hipócritas!
Si algo ha quedado claro, con el caso Salazar, Navarro y Tomé, es que, prioritariamente, buscaron proteger a los suyos. Postergaron y dejaron desamparadas a sus posibles víctimas, a las mujeres. ¡Hipócritas! ¡Hipócritas! ¡Hipócritas!
Gregorio Delgado del Río
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