Hoy es el primer martes después del primer lunes de noviembre, y en tal día como este cada cuatro años se elige al Presidente de los Estados Unidos. El hombre más poderoso del mundo, dicen. Las encuestas no señalan a un claro vencedor, aunque el que consiga los votos electorales necesarios será Presidente por un mandato, en principio.
El Presidente Trump estaría en su segundo mandato y por imperativo legal no podría ser de nuevo presidente y el señor Biden tiene una edad que difícilmente dentro de cuatro años, en caso de ganar, se podrá presentar a una nuevas elecciones. En un país como el nuestro serían dos jubilados apartados de cualquier actividad. ¡¡¡Qué diferencia de cultura!!!
Quizás, sólo quizás, es el momento de los segundos; los candidatos a vicepresidentes, esas personas que tienen un papel político insignificante y que aspiran a ocupar (como todos los políticos del mundo) la silla de su jefe. Son tan insignificantes que se dice que Truman, vicepresidente de Roosevelt y al que sustituyó por defunción de este, desconocía la existencia de la bomba atómica...
Ninguno de ellos, en consecuencia, están llamados a cambiar el mundo, a dejar una impronta que marque su mandato como algo histórico sino que parece que están de paso hasta que se produzca el verdadero cambio generacional que se apuntó con el Presidente Obama.
Este primer martes de noviembre, después del primer lunes claro está, en este lado del Atlántico las cosas siguen empeorando; esta pandemia surgida de China está poniendo a prueba a las economías y a las sociedades de todo el mundo. Parece ser que quien queda muy mal parada es la vieja Europa; y dentro de Europa, como no, ocupamos un puesto de triste honor. Estamos siendo gobernados por los peores gobiernos en el peor momento. ¿Es el señor Illa el mejor ministro de Sanidad que podemos tener? ¿Es la señora Gómez la mejor Consellera de Salut que podemos tener? Se responden por si solas ambas preguntas.
Económicamente estamos en una profunda crisis y no quiero ser cenizo pero pienso que aún iremos a peor. Tengo la sensación de que este invierno inmediato veremos problemas de orden público importantes así como un crecimiento demencial de las colas que reparten comida a los más necesitados. Algo sin duda estamos haciendo muy mal.
Pensamos que quien nos salvará de esta crisis es Europa, que imprimirá más billetes como si fuese una devaluación pero la realidad es que todo eso es ficción, el dinero público no existe; así la Premier Thatcher fue clara: “el dinero público no existe, es el de los contribuyentes”. Con lo cual es evidente que el dinero no caerá cual maná en el desierto sino que saldrá de los estrujados bolsillos de los ciudadanos.
La clase media, los pequeños empresarios, los autónomos, los emprendedores en definitiva son aquellos que nos sacarán de esta. Lo que necesita ese colectivo no son ayudas (estas salen de sus bolsillos en definitiva) sino aplazamientos de pagos y que no se les asfixie desde las haciendas públicas. El Premier Churchill definió muy gráficamente a los empresarios “muchos miran al empresario como el lobo que hay que abatir, otros lo miran como la vaca que hay que ordeñar; pero muy pocos lo miran como el caballo que tira del carro”. Esa es la realidad de nuestra red empresarial, no necesita ayudas sino crear un clima idóneo para que poder trabajar, la riqueza vendrá después. Disfruten de este primer martes.