Inocentada adelantada

El 28 de diciembre es el día de los Santos inocentes en el que tradicionalmente los amigos, familiares y compañeros de trabajo se gastaban entre sí las “inocentadas”, bromas no siempre inocentes ni de buen gusto. La verdad es que la costumbre ha decaído hasta casi desaparecer y ya casi solo quedan algunas noticias falsas, notoriamente exageradas, publicadas en los periódicos, y no en todos, aunque algunos incautos llegan a creérselas.

Este año sin embargo, nuestro dilecto presidente Mariano Rajoy y su ínclito ministro de economía Luis de Guindos nos han obsequiado con una gran inocentada con unos días de adelanto. Tanto uno como otro han realizado, con pocos días de diferencia, unas declaraciones triunfalistas sobre el estado de la economía española y sobre el inminente, según ellos, despegue que empezará este 2015 en ciernes. Por supuesto, atribuyen la supuesta bonanza presente y venidera a las políticas llevadas a cabo en los tres años transcurridos desde que accedieron al gobierno.

Justifican su optimismo en la mejora de los indicadores macroeconómicos y en las previsiones favorables de diversas organizaciones internacionales, como la Comisión Europea y el FMI, aunque los pronósticos de éstas son significativamente más prudentes que los del gobierno español y en ningún caso sitúan el crecimiento esperado de la economía española más allá del 1,5 %, cuando todos los economistas admiten que no se crea empleo neto y, sobre todo, empleo de calidad, por debajo del 2 %.

La realidad es que hay más parados que a finales de 2011, cuando nuestros bromistas llegaron al gobierno, tanto según  los registros del INEM, como según la EPA, hay menos parados que cobran subsidios y el promedio de éstos es inferior, hay casi medio millón menos de afiliados a la seguridad social, la deuda pública ha pasado del 70 a casi el 100 %, o más según algunos cálculos, del PIB y el fondo de reserva de la seguridad social ha disminuido en más de 16.000 millones. Además, mucho de los empleos nuevos son precarios y los salarios son mucho más bajos, de modo que a muchas personas con trabajo no les basta para subvenir a sus necesidades básicas, se ha desmantelado parte del estado del bienestar, centenares de miles de familias han perdido su vivienda, otros centenares de miles no pueden mantener la suya a una temperatura adecuada, cada vez son más los niños subalimentados, se ha destruido parte de la red de centros de investigación y cada mes crece el número de jóvenes, muy bien preparados, que emigran en busca de las oportunidades que este país no les ofrece.

Podría ser que nuestros gobernantes, imbuidos de solidario espíritu navideño, hayan querido dar ánimos a los alicaídos ciudadanos, confundiendo la realidad con el deseo, pero la realidad que padecemos es, por desgracia, tan dura, que sus palabras nos han sonado a broma pesada, a inocentada adelantada.

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