Joan Tardà le da al manubrio

No puedo quitarme de la mente la imagen del desdichado Joan Tardà, el diputado en el Congreso de ERC que no suelta el escaño no vaya a ser que pierda la paga y la pensión española, y su brazo en cabestrillo. Lo de desdichado es por su condición transitoria de tullido de la que deseo se recupere con prontitud. Desconozco la naturaleza de su mal, así que no me queda más que especular. Como es independentista, le gusta estar solo y se quiere mucho. Tal vez sea esa la razón de la lesión, que ha pasado mucho tiempo queriéndose muy fuerte a solas y se ha dislocado el codo o se le ha quedado el túnel carpiano que parece el ídem de Sóller. La tendinitis onanista debe ser cosa mala. Reconozco que el chascarrillo es burdo, si bien en mi defensa diré que lo que está pasando en el esperpento catalán es mejor tomárselo a guasa por salud mental. Si acaso, puede servir como metáfora de esa gran masturbación colectiva que vive Cataluña. Lo que me preocupa es que el prusés evolucione de golpe de estado a cámara lenta —eso lo dijo Alfonso Guerra, ozú, no es idea mía— a revolución callejera. Miren, yo desconfío de las masas borregas porque siempre he sido un individualista. Creo en los derechos de las personas, no en los del colectivo, y sostengo que las acciones individuales son las que benefician al colectivo —de nuevo la idea es prestada, pertenece al injustamente vilipendiado escritor Robert A. Heinlein—. Por eso desconfío de los que se pasean por la noche portando antorchas. Si no que se lo pregunten a los alemanes, que ya saben como acabó la movida del austriaco que lloraba de emoción escuchando a Wagner. Y desconfío también de los nacionalismos, que son reduccionistas y victimistas en origen para derivar, siempre, en movimientos supremacistas y expansivos.

Cuando uno se dice individualista le llueven las descalificaciones. La gente suele pensar que ello te convierte en un anacoreta misántropo y egoísta. No es así: el individuo debe vivir en sociedad sin diluirse en la masa. Lo contrario, lo de vivir absolutamente aislado, conduce a volverte gilipollas perdido como Julian Assange, atrincherado en la embajada de Ecuador en Londres. Assange es, con permiso de Arnaldo Otegui, el nuevo mejor amigo de los indepes gracias a paridas como la de ofrecerse a los catalanes para preparar una guía para evitar que los espías españoles hurguen en sus teléfonos móviles. Va el lelo y lo larga por Twitter, que ya hay que ser cenutrio para intentar esquivar al CNI publicando tus 140 caracteres de ocurrencia genial en Internet para que lo vea todo el planeta. Y se supone que este tío era el listo... Madre de Dios. Este, en un libro de Frederick Forsyth dura dos párrafos.

Me pregunto también en qué ha quedado la gauche divine catalana y qué habrá sido de la burguesía ilustrada. Los primeros se han disuelto como un azucarillo en el café del perroflautismo. Lástima que el cultureta se haya extinguido en favor de la nueva especie dominante, el porreta. Por su parte, los burgueses son tan idiotas que se casan con la CUP, pagan el traje de novia y el banquete sin darse cuenta de que cuando llegue la luna de miel —la independencia— los colgarán por los huevos de la estatua de Colón. La CUP es el soviet y estos tontainas herederos del cava y el textil no se han enterado de que lo de bon cop de falç va por ellos. Ya le pedirán al condecorado Trapero que les proteja como ha ayudado a la Guardia Civil. Si algo odian más los de la CUP que a un español es a un burgués.

Otra cosa que no entiendo es, que si los catalanes tienen fama de trabajadores, cómo demonios están todo el santo día en la calle con la banderita a modo de capa que parecen un superhéroe cutre de las series menores de Marvel. ¿Esta gente no trabaja? Luego se quejan de los andaluces y del PER, pero llevan toda la santa semana sin dar palo al agua. Que lo hagan los chavales de la universidad es lógico, cualquier excusa es buena para no estudiar. Son jóvenes y con la tontería de la revolución y la acampada en el claustro, por aquello romántico de cantar canciones subversivas sentados en el suelo, pueden pillar cacho. A ver, ya saben, esto va de no estudiar y de ver si convences a las mozas para que se pongan en tetas y entren en la capilla, que somos muy iguales y esas cosas, pero «yo lo que quiero es verle los melones a la del pueblo que ha venido a estudiar Química». Leyendo poemas de algún viejo escritor suicida ruso no se tumba al capitalismo. Y mucha lucha contra el heteropatriarcado y lo que quieras, pero con veinte años un jovenzuelo sano lo que piensa es en empujar. ¿De verdad alguien se fija en los mensajes que se pintarrajean en el cuerpo las de Femen cuando protestan? Por favor, un poco de honestidad masculina: todo el mundo les mira las tetas.

Los catalanes también tienen fama de tacaños. Nunca he creído en esos tópicos regionales. Ahora bien, como lo de la movida indepe se solucione con un concierto económico al estilo vasco me voy a cabrear cosa seria. A ver si al final esto va a ser lo de «la pela es la pela». ¿Acabaremos cambiando lo de «Madrid nos roba» por un sumiso «Barcelona nos roba»? Digo sumiso porque aquí todo lo que viene de la metrópoli, de la capital de los Països Catalans, es dogma de fe. Me estoy empezando a mosquear con lo de que los que meten más ruido tengan la memez esa del estatus de comunidad histórica y gocen de privilegios que el resto de españolitos de segunda ni olemos. Resultará que al final lo que nos jode el bolsillo no es el centralismo mesetario sino el nacionalismo periférico. Y ya que hablamos de bolsillos... Aquí en Mallorca cuando te invitan a una fiesta popular de esas en las que montan un buen fuego para torrar y cada uno lleva la manduca de su casa, se dice que hay que ir pa a butxaca. Más o menos como el referéndum, que te llaman para ir a votar y tienes que llevarte de casa la papeleta, la impresora, la urna y quién sabe si los legajos del censo. Es de traca.

No imagino a nadie más catalán que a Joan Manuel Serrat. Hablamos de un tipo capaz de dar un recital con un repertorio en catalán en Madrid y salir a hombros después. Y aún así le ha caído un chaparrón por poner en duda la viabilidad del referéndum. La locura ha llegado al extremo de quemar a los seres queridos que se atreven a discrepar del credo oficial. Llegados a este punto resultaría sencillo asegurar que la sociedad catalana está enferma. Aunque sí, es fácil decirlo, con total sinceridad así lo creo. No piensen, pero, que nuestra sociedad mallorquina está mucho más sana. ¿Qué hace la Universidad de las Islas Baleares apoyando el referéndum? No me refiero a los chavales, no. Hablo del rectorado. ¿Alguien duda ya del sectarismo que ha calado hasta el tuétano en la UIB? ¿No debería ser la Universidad un Templo del Saber en el que además de conocimientos se transmitieran valores humanistas y se enseñara a los jóvenes a pensar por sí mismos sin intentar adoctrinarlos? ¿Desde cuándo es Noam Chomsky el rector de la UIB? Es solo un ejemplo. Y no voy a citar más porque la columna se me va de las manos y esto puede acabar siendo un tostón si acaso no lo es ya. Usted, querido lector —o querido troll, nunca se sabe—, es buen conocedor de lo que se cuece por estos lares.

Buena muestra de la inclasificable enfermad que sufrimos en Mallorca es la actitud de nuestros políticos en los últimos días en referencia al desmadre catalán. Es como si la bacteria de la chilella se hubiera cansado de comer arbolitos y hubiera mutado en prion para devorar el cerebro de los políticos y castigarles con una encefalopatía espongiforme de esas que dejan la sesera hecha un queso gruyere. Aunque los síntomas son claros, el diagnóstico resulta imposible hasta para un galeno de talla como el doctor Gregory House. Los de Més per Mallorca se han tirado al monte, se han emocionado y hablan de policías autonómicas, referéndum de independencia en el año 2030 y demás iluminaciones lisérgicas aplaudidas por los que están en contra del turismo, el neoliberalismo, las grandes corporaciones y el espíritu santo de Henry Ford. Ver a David Abril en la manifa anti PP de este sábado resulta enternecedor. Otro que quiere la nómina del escaño y la gloria de la calle. Si eso no es populismo chabacano que huele a banana que baje de los cielos marxistas Hugo Chávez y lo vea. Mientras tanto, no se olvidan de colocar a los suyos, que el enchufismo rojiverde vale, pero el azul es apestoso y hay que correr que el tiempo pasa, la legislatura se acaba y «a ver si nos quedamos sin silla». A los de Podemos ya les va bien, cualquier cosa que sirva para joder a España les satisface. Les va a faltar meterse a investigadores de lo oculto para apresar al fantasma de Franco en el Pazo de Meirás y llevarlo al Tribunal Internacional de La Haya. Hay que entenderlos, son los recién llegados y aún están creciendo. Los de El PI han vivido un pequeño cisma parlamentario-papal. El pobre Jaume Font ha quedado como el Papa Clemente del Palmar de Troya por no sumarse a la condena del «golpe de estado» de Rajoy en Cataluña. Los otros dos diputados de su partido han ido por libre: uno se ha hecho Papa de Roma y otro se ha montado la corte en Aviñón. Lo he dicho en alguna ocasión: en El PI no saben si suben o si bajan del pino cuando de catalanismo se trata. La presidenta Armengol anda mangoneando aquí y allá en un equilibrio de pasteleo como el de su jefe Pedro Sánchez. Sánchez no quiere disgustar a Podemos no vaya a ser que le aborten la moción de censura. Y aquí la alumna Francina se pregunta cómo justificar que gobierna con unos tipos que se han cargado el PSM de gente culta y progresista para convertirlo en una incipiente franquicia de Bildu. Invita a la reflexión que el socialista más cuerdo de toda la semana haya sido Miquel Iceta. El Partido Popular balear anda más preocupado de lo suyo que de la oposición. Cierto es que esta semana han soltado algún digno cañonazo y que en la interprovincial del partido se han venido arriba, si bien me gustaría verles más atrevidos. Lo del seny y lo de quedar bien con todo el mundo invitando a comer porsella vale para otras cosas, mas se muestra inútil cuando el parlamentarismo exige la pelea a cara de perro. Y este es uno de esos momentos en los que el buen rollo se queda en casa para dar paso a las dentelladas. Debo reconocer que, en la medida de sus posibilidades, han sido los sosos de Ciudadanos los que han salvado la honra. No soy un estratega político ni voy a decirle a ningún partido lo que tiene que hacer. Solo diré que, si en verdad ante la dificultad hay que elevar la mirada por encima de los tacticismos electorales, no estaría mal que PSIB, PP y Ciudadanos —y El PI si se aclara— se plantearan actuar juntos de una puñetera vez por el bien de los ciudadanos de Baleares. Como les decía al principio, se trata de que los actos individuales acaben beneficiando al colectivo.

Bien, yo he escrito y usted leído —si ha llegado hasta aquí— casi 2.000 palabras, demasiadas para una columna de opinión y como para no caer en el riesgo de convertirla en un ladrillo. Debería disculparme por la verborrea, que no deja de ser un cierto onanismo similar al de Tardà. Supongo que alguno dirá que también debería explicar por qué pienso lo que pienso y justificarme por ello. No me apetece disculparme por ser como soy. Pero esa es otra historia...

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