La batalla Barcelona-Madrid

El órdago independentista de Artur Mas ha dejado boquiabierta a buena parte de la ciudadanía por la precisión y decisión con que se comporta el presidente de la Generalitat. No deja nada a la improvisación. Ha llegado a decir que las dos preguntas de la consulta independentista se le ocurrieron a él en persona cuando estaba trabajando en su despacho el Día de la Constitución. Tal precisión expositiva indica que sus pasos están milimetrados.

¿Pero hacia donde conducen? Esta es la clave de este tenso contencioso mientras en toda Europa ya se habla del empuje catalán hacia la independencia. Rajoy no se lo cree. Dice que vencerá quien tenga menos vértigo y está convencido que todo se arreglará con más dinero para los catalanes. Y se aferra a una sola palabra: la unidad indisoluble de España que establece la Constitución.

¿Pero cuál es el verdadero trasfondo de esta pugna, de momento invisible? No es la independencia. Es el poder. Las élites catalanas, hartas de madrileñadas y del fracaso de las políticas capitalinas, quieren tomar el mando de España. Así se comprende todo. Es su gran aspiración histórica. Los catalanes nunca renunciarán a los mercados del resto de la Península para colocar sus productos, sobre todo de su potente industria alimentaria. Han suministrado Avecrem y Cola-cao a muchas generaciones de españoles.

Pero ahora, al ver a Madrid más débil que nunca, al ver a su Gobierno postrado ante Bruselas y Berlín, al ver el Paseo de la Catellana convertido casi en un protectorado alemán, han enhebrado el asalto al poder para convertir Barcelona en la capital económica del Estado, donde se tomen las grandes decisiones y se corte el bacalao. Están hasta la barretina del Madrid de los pelotazos, los sablazos, el trinque y las chapuzas. Quieren economía productiva dirigida por ellos.

La gota que ha colmado el vaso han sido las zancadillas de los políticos y los altos funcionarios de Madrid al Eje Mediterráneo, impulsado durante años en Bruselas por los funcionarios catalanes de la Unión Europea. Se trata de estructurar el peso económico de España en su cuenca mediterránea. Es una ambiciosa política de grandes puertos desde Algeciras a Barcelona, pasando por el País Valenciano, con todas las grandes ciudades periféricas conectadas por el AVE y hacia Europa.

Algeciras y otros puertos abiertos al gran comercio con la pujante América, y los puertos catalanes y valencianos mirando  a Suez y a Oriente. El problema es que con esta nueva estructura periférica de España, Madrid se queda tirado y fuera de eje, más solo que Cagancho en Almagro, fuera de las grandes decisiones.

Que nadie olvide que Fernando de Aragón impulsa desde Barcelona la unidad peninsular en 1492 a raíz de un hecho de gran trascendencia: la caída de Constantinopla en manos de los turcos en 1453, con lo cual se cerró la puerta y el comercio de Oriente. El Mediterráneo se hundió como gran mar comercial. Había que mirar hacia otros lados. Pero primero había que acabar con el dominio musulmán en el sur de la Península, un cuchillo clavado en la espalda mientras los turcos se esparcían por el Mare Nostrum. De ahí la financiación del ataque  a Granada.

Ha pasado medio milenio. La puerta de Oriente vuelve a estar abierta,como nunca, entre un gran empuje de potencias emergentes como China. Y América Latina está en auge. Y los catalanes, con sus puertos y su conexión directa con Europa están justo en el centro, con capacidad para influir en toda la periferia española. Son y quieren ser el centro de este nuevo mundo que está naciendo.

Quien está quedando fuera de disco es el obsoleto y nostálgico Madrid. Con sus grandes empresas constructoras muy tocadas porque ya no llega dinero de Bruselas para obras públicas, con sus cajas de ahorros haciendo aguas, con su desesperada política de protectorado a Merkel.

Esta vez los catalanes no cometerán el error de la Corona del Dragón (de Sant Jordi) , que ellos sostenían e impulsaban. No cometerán el e0rror de Fernando, dejando que los castellanos les arrebatasen la estrategia y el liderazgo político.

Esta vez el órdago de Más, todavía invisible, es más decidido einflexible. No vade medias tintas. La jugada final es arrebatarle el poderío a Madrid después de sus enésimos y constantes fracasos.

Los catalanes no quieren irse, quieren mandar

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