La brújula de la graduación

Fue precisamente en el colegio donde me explicaron qué era ese artilugio llamado brújula y que siempre marcaba el norte. En el caluroso mes de junio termina el curso escolar y las notas llegan antes de las vacaciones, así que algunos alumnos tienen que seguir estudiando para presentarse a los exámenes de septiembre, mientras que otros respiran aliviados por haber sacado buenas calificaciones. Si terminan una etapa -sobre todo si se trata del Bachillerato y la llamada, hasta ahora, Selectividad- su rumbo en algún momento puede perderse y la tarea de los padres y educadores es reconducirles hasta encontrar su propio norte.

Hoy al abrir el Facebook he visto la fotografía de una amiga de la infancia junto a su marido y me he fijado en su amplia sonrisa, eran la felicidad personificada. Ha sido entonces cuando he recordado que ella era la más lista de la clase, la número uno, y que se conformó estudiando la carrera de Magisterio cuando habría podido llegar a lo más alto. Su familia y sus compañeras de clase no entendíamos el porqué de aquella “equivocada” elección; había escogido el camino fácil y tuvimos que respetarla. Fue la primera que se casó joven, con su primer novio y se fue a vivir a un pueblo (ella que era de ciudad); pronto tuvieron un hijo, que hoy ya la ha hecho abuela de una preciosa niña, y siempre ha sido fiel a la decisión que tomó en todos los aspectos: estudios, pareja, vivienda, hijos…Incluso en la actualidad es una gran deportista de maratón. Ha conseguido todo lo que se ha propuesto por la inteligencia de creer en ella misma. Tal vez fuimos las demás que erramos al escoger la senda que llevaba a lugares más lejanos pero menos felices.

Con eso quiero dar a entender que es muy importante la decisión de cada uno y que no ocurre nada si se termina 2º Bachillerato y todavía no saben qué estudiar. Los padres, lógicamente, están preocupados, sus hijos también por no ser como pretenden sus progenitores que sean y los profesores y tutores somos los encargados de tranquilizar a ambos aunque no sabemos con certeza si triunfarán con la ayuda de nuestras reflexiones y consejos. Pero siempre es un acierto, pensar con el corazón y sentir con la cabeza. Para ello es necesario estudiar para aprender y no para aprobar y, desde luego, si se aprende se aprueba.

Los docentes, a veces, pecamos de cuadriculados y contamos décimas y hacemos cábalas para calificar justamente a nuestros alumnos. Ellos dicen: “he aprobado o me han suspendido”, la persona que realiza la acción cambia la concordancia con los verbos anteriores, es decir, la función sintáctica de Sujeto no la desempeña la misma persona. Y por una puntuación numérica, los profesores, podemos provocar desde una desmotivación hasta una gran desgracia siempre acompañada de llantos descorazonadores. ¡Qué gran responsabilidad! Esta es la causa por la cual uno debe ser maestro o profesor por pura vocación, aunque al ser humanos también nos equivocamos.

Ser padres, también es muy difícil y, se cae en el tópico de pensar que al hacerse mayores los hijos, los problemas serán más grandes. Si querrán estudiar o trabajar en un país con alto nivel de paro; si estudiarán aquí, en la Península o en el extranjero; si se extrañarán mucho…

Hay que dejarles volar proporcionándoles una buena brújula que marque su propio destino, que recuerden que los otros puntos cardinales existen y siempre podrán confiar en ellos porque estarán/estaremos a su lado.

En estos momentos muchos de ellos se dirigen a Menorca para celebrar la fiesta de Sant Joan, ya que el 24 de junio es “ la nit més curta i el dia més gran!” “Bon viatge!”

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