Uno empieza a tener una edad y un recorrido profesional y vital suficiente como para haber coincidido -y a veces chocado- con mucha gente de todo tipo, especialmente en los ámbitos periodístico, político y artístico. Hace muchos años tuve la suerte de mantener ciertos contactos profesionales y de ocio -uno de ellos abrió un bar en Sevilla- con los hermanos Jorge y César Cadaval, "Los Morancos". Estos tipos siempre me cayeron bien y hasta la fecha -ya he perdido el contacto- no he tenido ningún motivo para cambiar de opinión. Es más, desde la distancia, uno los vuelve a ver como lo que son: artistas y humoristas de éxito. A mí, particularmente, sus shows me dejan bastante indiferente. Sin embargo, los sé trabajadores y buena gente. Tan buena gente como para decir en un programa de TV3 que "los catalanes deben decidir lo que quieren ser", o "que sean lo que el pueblo quiera". También dijeron en la misma entrevista que "nos da pena la imagen que el independentismo está dando de todos los catalanes". Escuchado todo, ¿no les parecen unas opiniones de lo más normales y centradas? Pues Jorge y César me han dado muchísima pena esta semana, primero viendo el desmesuradísimo ataque vertido desde la caverna mediática pública y privada, y después escuchando a César en la radio literalmente pidiendo disculpas por decir lo que piensa y retractándose como un corderito. Por miedo. Por miedo a las campañas de desprestigio que ya se estaban cocinando y que hubieran acabado en un boicot a su trabajo. O sea, a pasar hambre. En una radio de la cueva se les llamó "payasos, palmeros, charneguos y buscafiestas" entre otras lindeces como meterlos de nuevo en el "caso Arny", juzgado y sentenciado hace 10 años sin condena alguna para los "omaítas". Vamos a ver. Los alegres chicos carvernícolas denunciaron durante mucho tiempo que había una Catalunya silenciosa que estaba en contra del independentismo pero que no lo expresaba por miedo a sentirse excluído i víctima del nacionalismo catalán. Entonces, ¿Qué pasa ahora con la España silenciosa que observa el problema catalán sin fanatismos y que, política al margen, opta por preferir que se arreglen ellos con sus problemas?. Esta España silenciosa podría ser más numerosa de lo que parece, pero no abre la boca porque teme ver de cerca el cañón de la pistola mediática.





