Somos así: los inmigrantes vinieron masivamente a España, especialmente a Baleares sin que el asunto mereciera ni siquiera un debate parlamentario. Ha pasado el tiempo y, según publican los periódicos, ahora una parte de ellos se marcha. La crisis ha hecho que aquellos a los que les ha ido peor, regresen. Ni hemos decidido que vengan, ni hemos decidido que se marchen, ni hemos tenido voz o voto. Sólo pagamos. Y eso pese a que tenemos una Ley de Extranjería, a la que por lo visto nos obliga Europa, que fija criterios para conceder los permisos de residencia. Pero de nada de esto se puede hablar; es un tema que si se toca, es xenofobia, por lo tanto, de esto se huye. A ver a dónde nos lleva la crisis, porque aquí nadie hará nada. Esta ola incontrolada nos ha generado unos costes sanitarios tremendos, ha provocado problemas gravísimos en la educación, pero nadie ha abierto la boca, no sea cosa que los califiquen de xenófobos. Europa, donde no se tienen estos complejos, no impide la entrada de extranjeros, pero aplica políticas, da visados, exige que no se pueda estar en el país si no hay un contrato de trabajo y, por supuesto, excluye a los turistas de los servicios sociales, de la educación y de trabajar 'en negro'. Aquí no, aquí nos entran como turistas y les damos todo, ahora incluso hasta el descuento de residente en los viajes a las Islas. No es que me parezca exactamente mal, pero podríamos cambiar la ley para que sean legales y, ya que son turistas de mentirijillas, tampoco estaría mal que supiéramos de cuántos hablamos, para dimensionar los hospitales, para saber cuánto vamos a pagar en servicios sociales. Pero todo eso, aparte de que sería mucho trabajo para una administración básicamente impotente, podría provocar la acusación de xenofobia, con lo que hay que callar y cambiar de tema. Pues cambiemos a otra cosa.
