Perdemos dinero como si fuéramos un queso Gruyère y aquí nadie muestra el menor interés en resolver estos desastres. Veamos un ejemplo que, ni por asomo, es el peor ni el más injustificable: la Empresa Municipal de Transportes de Palma (EMT). El año que viene esta empresa perderá 23 millones de euros, unos 4.000 millones de las antiguas pesetas. Ingresa 28 millones de euros y gasta más de 52. Es decir que pierde 63.000 euros diarios. 2.500 euros por hora. Un grifo abierto. Hace cinco años perdía 9 millones de euros, la cuarta parte. Naturalmente, aquí no se trata de hacer un negocio con el transporte público, pero de ahí a que prácticamente perdamos un euro de cada dos, va un trecho. ¿Por qué este desastre? Veamos motivos: los empleados de la compañía están entre los mejor pagados de España. Debido a la debilidad de todos los políticos que ha tenido el ayuntamiento, excepto -y sólo en parte- Ramón Aguiló, se ha ido cediendo de forma desmesurada, hasta que hoy estos trabajadores llegan a ganar el doble que otros compañeros de la Península. Hay empleados en los que la antigüedad es el 60 por ciento de la nómina. Hay quien cobra 4000 euros mensuales por conducir un bus. Aquí tenemos buses recorriendo la ciudad sin pasajeros y sólo para captar unos pocos votos. Miren el listado de líneas que se han creado para atender a los votantes de un barrio que el partido del gobierno municipal considera adecuado y que no transportan prácticamente a ningún viajero. Eso ha supuesto un incremento de casi un 50 por ciento en la flota y, por supuesto, en el gasto. El nivel de absentismo de los trabajadores llega a superar el 14 por ciento, lo cual es inconcebible en una empresa privada. Pero allí han asentado sus bases los sindicatos que han convertido aquello en su feudo y hacen y deshacen, con el silencio de los gestores que sólo aspiran a que este cáliz se lo pasen a otro. Aquí, creyendo que así tendrían más apoyo electoral, un día los políticos acordaron que los jóvenes no pagaran el bus. ¿Por qué? Claro que al final sí lo pagan. Lo pagamos todos, tanto ellos como nosotros. Porque alguien paga, mediante los impuestos más caros de España, el tremendo déficit de la EMT. Ahora bien: si en la EMT por cada euro que paga el viajero se gastan dos, en los trenes de SFM las cosas están mucho peor: por cada euro que paga el viajero, gastan más de seis. Que nadie se equivoque: esto nos va a pasar factura. Esto y las decenas de casos de desastre gestor que tenemos en Baleares. Todo, al final, se paga.





