Hace unos meses nos despertábamos con la historia del capitán del yate de los propietarios de Sacresa que, al parecer, entregó sacos -supuestamente cargados de dinero- a un señor bajito que, con toda seguridad, era del PP o de Unió Mallorquina. O sea, un cúmulo de "pruebas concluyentes" para abrir una pieza separada con el fin de imputar a Munar de cohecho y relacionarlo con el asunto de can Domenge. Evidentemente la venta de los terrenos del Consell no fue un ejemplo de transparencia y resulta bastante sorprendente que se venda Can Domenge por 30 millones cuando una empresa ofrecía el doble. A los responsables de aquella operación tendrían que juzgarles por incompetentes, como mínimo, pero vincular la historia del señor bajito con supuestos sobornos es una historia de ciencia ficción. En los juzgados, además, hacen falta pruebas y las declaraciones del marinero sobre el señor bajito daba para un libro, pero no es suficiene para acusar a nadie de cohecho. La historia era estupenda, pero no basta para juzgar a nadie de cohecho, aunque lo sorprendente es que la jueza y los fiscales hayan tardado tanto tiempo en constatarlo.
