No es en absoluto habitual en política que alguien se vea en la obligación de rectificar su posición porque haya lanzado un órdago que se le vuelve en contra. Esto es lo que le ha sucedido a Podem por mucho que Laura Camargo, su portavoz parlamentaria, lo niegue ahora. Es lo que tiene lanzar amenazas que uno no está en disposición de cumplir, como la ruptura del pacto con PSIB y Més como firmantes de los ‘Acords pel Canvi’ de 2015, porque sus propios militantes se les echarían encima. Podem Illes Balears, tras oír las explicaciones del vicepresidente del Govern, Biel Barceló, sobre los contratos otorgados por algunas consellerias de Més a su gurú electoral y jefe de campaña, Jaume Garau, no se dieron por satisfechos con la asunción de responsabilidades por parte de la exconsellera de Transparencia, Ruth Mateu, y exigían más cabezas, singularmente la de Barceló. Pero Barceló ha resistido bien en envite con el apoyo de su formación política y también de la presidenta Francina Armengol y del PSIB, con consideró los argumentos del líder de Més per Mallorca como suficientes y dio por zanjada la polémica.
Camargo quiere la cabeza de Barceló al insistir en que la dimisión del vicepresidente Barceló sería “lo más correcto y lo mejor para el Govern”, pero ante el bloque formado por Més, PSIB y Govern para salvarle, conscientes de que su caída significaría la salida del Ejecutivo de Més per Mallorca, no le ha quedado más remedio que recular y negar que la formación morada hubiese lanzado un ultimátum, cuando es obvio que lo hizo, del mismo modo que lo hizo cuando hubo que designar presidente del Parlament a Baltasar Picornell. Esta ligereza a la hora de lanzar amenazas ha acabado perdiendo a los podemitas, pues la pólvora ha acabado por estar mojada y su capacidad de reacción, más allá de apelaciones ante los medios de comunicación, es nula en este momento y para el caso que nos ocupa.
