Cuando vamos hacia los tres años de su desembarco en el Mallorca, aun no concebimos con qué objetivos se hicieron Robert Sarver y sus socios con los títulos de propiedad del club. Ya no son horas de recordar si lo salvaron de su desaparición o no lo que, por otra parte, sería muy discutible. Pero nadie que compre una casa en ruinas lo hace para dejarla como está o peor, sino que lógicamente alumbra proyectos de reedificación, reforma o restauración. Nada de esto ocurre aquí, salvo ese cansino deambular fuera del fútbol profesional inspirado en la oportunidad de que esto pueda servir para dirigir en un futuro los destinos del “soccer” en Estados Unidos. El anzuelo de Tebas. ¡Menuda sandez!.
Aunque la trayectoria de los Phoenix Suns aclara cuáles son las ambiciones deportivas del dueño, es decir ninguna, de su aparente afición al baloncesto y la presencia de Steve Nash, uno de los iconos de la NBA, en el accionariado mallorquinista, invitaría a creer en un proyecto que diera cabida a levantar un equipo español hasta la ACB ampliando el horizonte de la adormecida SAD de Son Moix. No debería costar mucho esfuerzo llegar a un acuerdo con los directivos del Iberostar Palma como pista de despegue. Y no hablo de actuaciones paralelas con el Palma Futsal o el Urbia Palma de voleibol porque no veo simpatizantes de estos deportes en el consejo de administración mallorquinista.
Si Steve Nash se hubiera siquiera propuesto tirar unas canastas en el Palau en lugar de hacer el payaso en la explanada del estadio o ponerse a patear con los futbolistas cada vez que viene para demostrar a sus amistades que tiene un club de fútbol en la isla que muchos americanos no saben ni por dónde cae, podríamos empezar a creer que esta gente va en serio. Mientras el club vaya como va y sus resultados no avalen otra cosa, seguiremos pensando que nos toman el pelo a todos. Aunque tampoco entendamos por ni para qué.
