La salud mental de los menores, un problema que no puede ignorarse

La presentación en Palma del libro La salud mental de niños y adolescentes, del doctor en Psicología Gustavo Rodríguez, ha sacado a la luz unas cifras, cuando menos, inquietantes. En su libro, el experto desgrana con contundencia los datos más recientes: los trastornos de ansiedad y depresión en menores se han duplicado en la última década. Uno de cada cinco niños o adolescentes presenta síntomas clínicos que requieren atención psicológica, pero sólo una minoría accede a un tratamiento adecuado. Además, uno de cada tres menores se autolesiona regularmente y el 20 por ciento tiene ideas suicidas.

La magnitud de estas cifras exige que se deje de considerarlas como alarmismos aislados y sean interpretadas como una emergencia colectiva.

Según Rodríguez, de los más de ocho millones de niños y adolescentes escolarizados en España, el 40 por ciento manifiesta problemas de salud mental, alrededor del 15  por ciento está diagnosticado con depresión y 5 de cada cien ha intentado suicidarse alguna vez. Entre ellos, unos quince menores al mes -unos 88 al año- pierden la vida por suicidio, un dato demoledor que no admite más demoras.

Si no hablamos del suicidio, si no detectamos la autolesión, si no intervenimos con empatía y continuidad, condenamos a muchos niños a un silencio que puede resultar mortal

¿Por qué están sucediendo estas conductas entre los menores? El propio autor pone el foco en el uso de tecnologías diseñadas con algoritmos altamente adictivos que activan “las mismas zonas del cerebro que la cocaína”. A esto se suman la soledad, la presión académica, la falta de referentes emocionales y la escasez de entornos que favorezcan la conexión personal y el contacto con la naturaleza, especialmente durante la pandemia.

El problema debería convocar a toda la sociedad: familias, centros educativos y administraciones. Tal y como alertan pediatras, psiquiatras y asociaciones, es imprescindible reforzar la atención de salud mental infantil con más recursos, profesionales bien formados y programas preventivos integrales.

La obra de Gustavo Rodríguez no sólo diagnostica sino que propone estrategias concretas: desconexión digital, coaching emocional y entornos sostenibles como herramientas preventivas. La normalización del sufrimiento emocional no debe ser una excusa para la pasividad. Si no hablamos del suicidio, si no detectamos la autolesión, si no intervenimos con empatía y continuidad, condenamos a muchos niños a un silencio que puede resultar mortal. El silencio no salva vidas; al contrario, puede enterrarlas.

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