Ustedes verán: hace años que en España y en Baleares abrimos las puertas de la sanidad a los inmigrantes. A mí me parece perfecto, siempre que sean inmigrantes legales, que tengan trabajo o estén en el paro, que cumplan con sus obligaciones, como hacemos todos los demás. Pero aquí hemos abierto las puertas a inmigrantes que en realidad estaban como turistas: masas de inmigrantes turistas, sin papeles, con enseñanza y sanidad, engordando los gastos, sin que aporten nada, sin que tengan arraigo. Cómo oponerse a esto era anatema y la prensa se hubiera lanzado a la yugular de aquel que hubiera barruntado esta idea, una parte del gran agujero de la sanidad está en que estamos dimensionando y atendiendo los hospitales para una población que no cotiza en España porque, simplemente, es ilegal. Algo similar pasa con la educación, pero en este caso la gente ha huido a la enseñanza concertada, donde se ha conservado una cierta limitación. Abrir las puertas de par en par al primero que pasa, sin hacerse preguntas, es tan injusto como impedir a un inmigrante que, si ha entrado legalmente, tenga derechos. Parte de la actual ruina del sistema se deriva de la atención masiva de personas que han entrado y están en este país ilegalmente y que han desequilibrado el sistema.





