La sociedad de los contrastes

Los nuevos indicadores de supervivencia sitúan la esperanza de vida para los hombres, por primera vez, por encima de los 80 años. Se mantienen las diferencias con las féminas, que ya superan los 85.

Mientras se están consiguiendo cotas no previsibles de longevidad y con un incremento de 25 años en un solo siglo, el gap diferencial con los países pobres se incrementa. De la misma forma que lo hace la población que se sitúa por debajo de los umbrales de la pobreza y del mismo modo que, en el seno de los países, aumentan las diferencias entre ricos y pobres.

Este punto es cardinal en la medida en que debemos tener muy en cuenta que la mejora espectacular de la expectativa de vida tiene que ver más con las condiciones socioeconómicas que con los propios avances médicos. El ejemplo más claro se observa en Alemania, donde el “Muro” disminuyó la esperanza de vida en más de 10 años, en solo cuatro décadas.

Sin embargo, a día de hoy, en términos poblacionales, la verdadera amenaza para la salud y la longevidad en los países desarrollados no es la falta de alimentos, es la contraria. Uno de cada seis adultos es obeso, uno de cada tres niños pesa más de lo normal. Solo los Estados Unidos, Brasil y México suman la mitad del total de obesos del planeta. Sus índices de obesidad ya están rozando el 40%.

El problema, en el fondo, como dice Valentín Fuster, es educativo, aunque obviamente, no solo instructivo. Dile a quien se encuentra bien, que según el estilo de vida que voluntariamente quiera realizar vivirá más años, muchos más años libres de enfermedad.

En este mismo sentido, esta semana, investigadores vinculados a la Cátedra de Salud Pública de la Universidad de Navarra, han sacudido las conciencias con un estudio publicado por la Asociación Americana del Corazón, en la que demuestran, con claridad, que la asociación entre tres tipos de comportamientos sedentarios, la horas viendo la televisión, el tiempo empleado en el ordenador y conduciendo tiene una relación directa con el incremento del riesgo de muerte. Los adultos que ven televisión durante tres horas o más al día pueden tener hasta el doble de riesgo de muerte prematura. En los últimos treinta años, ningún país ha logrado reducir las cifras de obesidad y esta se desplaza hacia los jóvenes.

Y el sobrepeso no es una variable más, es la variable modificable, sobre la que se puede intervenir, que más influye en nuestra salud. Las enfermedades, la discapacidad y la muerte son sus grandes aliados y los responsables de cercenar las cotas de bienestar individual que se han conseguido.

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