Este es el modelo más invocado al estudiar accidentes y catástrofes. Y es que poca gente lo ha leído, pero es muy visual. Imaginen, por ejemplo, las distintas capas de seguridad que previenen un accidente aéreo como si fueran lonchas de queso: los motores se revisan exhaustivamente, el piloto está redundado en forma de copiloto, hay secuencias de actuación y checklists que comprueban que se han seguido correctamente, y hay alertas electrónicas que avisan cuando las cosas no van bien. Pero cada una de estas lonchas, como los quesos suizos, pueden tener agujeros: el mecánico de mantenimiento se ha podido despistar, los pilotos han podido saltarse un checklist… Pero el agujero de una loncha puede ser neutralizado por el de la siguiente: una alerta puede avisarte si no has configurado correctamente los flaps. El modelo dice que el accidente sólo se produce si encuentra alineados agujeros en las distintas lonchas. Por lo tanto, cuántas más lonchas haya, y menos agujeros tengan, más seguro será el procedimiento. Para su tranquilidad, el transporte aéreo tiene montones de lonchas.
Este modelo, por ejemplo, puede aplicarse al análisis de la gota fría de Valencia; verán que la loncha más importante que faltó fueron las obras previas de canalización del barranco del Poyo. Pero la mayor complicación a la hora de estudiar los accidentes es doble: por un lado las víctimas necesitan un culpable concreto y vivo. Y, por otro, todos los agentes involucrados van a intentar tirarse las lonchas a la cabeza, como si fueran guerreros ninja lanzando sus estrellas. Ahora mismo tienen ustedes en Netflix un documental muy interesante que refleja esto último sobre un accidente aéreo en el aeropuerto de Congonhas en Sao Paulo. Verán que, estando clarísimo cual es la loncha que se destruyó, llevándose por delante todo el queso, las víctimas no se resignaron y el asunto anduvo por tribunales muchos años. Incluso ha permitido que Netflix haga un documental completamente sesgado como si aun hubiera algo que los malvados poderes estuvieran ocultando, a pesar de que el propio documental enseña claramente lo que ocurrió.
Entonces, ¿es aplicable el modelo del queso suizo al análisis del gran apagón? Pues en realidad no, porque Sánchez ha tirado el queso por la ventana y lo ha sustituido por ideología. Usando el modelo del queso habríamos visto que la progresiva inclusión de renovables en el mix energético estaba provocando un agujero en la forma de menor estabilidad del sistema. Resulta que las energías hidráulica, nuclear y de ciclo combinado, al funcionar mediante enormes turbinas, proporcionan una inercia y unos segundos de reacción que permiten estabilizar el sistema ante súbitas caídas. Por el contrario, la fotovoltaica y la eólica no aportan esta inercia. La solución entonces habría sido crear una nueva loncha para cubrir este agujero que no tengo ni idea qué forma tiene que tener (tal vez acumuladores de energía o lo que sea). Pero a Pedro Sánchez todo esto le trae sin cuidado porque ha sustituido la gestión por la venta de quincallería ideológica como si los españoles fuéramos los pobres indios a los que el malvado rostro pálido vende collares de colores a cambio de sus pieles. Entre las baratijas que vende predomina un ecologismo bastante tontorrón. Su único modelo es «más renovables y menos nuclear» porque eso es lo que entiende que atrae a un electorado cada vez más infantilizado.
Fíjense que en la rueda de prensa que dio tras veinticuatro horas de apagón informativo no explicó absolutamente nada, pero intentó dejar claro: 1) que las renovables no habían tenido la culpa (la tuvieron) y 2) que en cambio la nuclear había empeorado el problema (que es mentira). De paso dejó caer la posibilidad de un ciberataque a pesar de que el director de operaciones de Red Eléctrica y el CNI lo habían desmentido, porque para Pedro cada crisis es una oportunidad y ya está pensando cómo camuflar las nuevas inversiones en Defensa que tiene que hacer. Cuando la realidad golpea en forma de cinco muertos y mil quinientos millones en pérdidas, Pedro se refugia en el «relato», y consigue atraer a una parte sorprendente de la sociedad. Pueden disfrutar del espectáculo, porque los hilos son cada vez más visibles. Nuestro presidente ya ha lanzado a todos sus opinadores, que son legión, a proclamar contra toda evidencia que nuestro sistema eléctrico es la envidia del mundo (¡nuestros apagones son la envidia de Europa!), y a una cohorte de «científicos» que nos dicen que vamos por el buen camino y que cuanto antes nos libremos de las malditas nucleares, mejor. Si se asoman a los medios extranjeros, por supuesto, verán que no compran el relato y han decidido quedarse en la aburrida realidad. El prestigio de España continúa cayendo.