Nuestro sistema parlamentario, que excluye el premio en términos de escaños a la formación más votada, se sustenta en la obtención de mayorías absolutas monocolores o, en su caso, en la alternativa formación de coaliciones postelectorales.
La experiencia de las coaliciones-taifa -aquellas en que cada formación tiene el patrimonio exclusivo y la última palabra en las áreas que gestiona- está resultando, sin embargo, desastrosa para los intereses de la ciudadanía.
Aunque el poder es un potente cemento que une a quienes en distintas circunstancias tienen serias diferencias políticas, a medida que se aproxima la reválida de cada cuatro años las costuras de estas coaliciones saltan por los aires.
En España no se hacen pactos de gobierno sobre la base de un programa puesto en común y asumido por todos los socios de coalición, sino que primero se reparten las áreas de gobierno y luego cada uno hace de su capa un sayo.
En Balears tenemos el ejemplo vivo de la exigencia de conocimientos de la lengua catalana al personal sanitario del que tan necesitados estamos. Roza lo absurdo que en una materia conocida y tan importante como ésta, y tras dos legislaturas coaligados, PSIB y Més hayan sido incapaces de prever y evitar el conflicto y ambas formaciones jueguen ahora el rol del desmarque para reafirmar su identidad -la nacionalista de Més, y la oscilante a conveniencia de su líder del PSIB- ante los próximos comicios autonómicos y locales.
En términos parecidos, podemos citar el sonado fracaso del Gobierno de Pedro Sánchez con ese engendro jurídico llamado ‘ley del solo sí es sí’, que está rebajando penas y hasta excarcelando a delincuentes sexuales por centenares. La podemita Irene Montero es la autora intelectual de este bodrio de consecuencias ya irreparables -ninguna reforma legal evitará el beneficio otorgado a los delincuentes ya juzgados o en trance de serlo-, pero el PSOE es responsable en primera persona de haber consentido semejante atrocidad, pese a las advertencias, por más que ahora, por meros intereses electoralistas, pretenda maquillar su estupidez al haber dejado en manos de insolventes morales y jurídicos tan delicada cuestión.
En suma, el panorama político español reclama un giro para que las legítimas coaliciones postelectorales de fuerzas heterogéneas se funden en pactos transparentes y completos y no acaben siendo el mecanismo para reproducir los esperpentos que estamos viviendo en Balears y en España.





