Todavía no ha dado comienzo esta tan esperada temporada que habrá de marcar todo un récord de ocupación en nuestras queridas Illes Balears y ya nos han llegado noticias de los primeros desmanes de los bárbaros de siempre en los lugares de siempre. Desde el punto de vista meramente informativo, bienvenido sea todo aquello que ponga sobre aviso a las autoridades para que se tomen las medidas necesarias y todo el peso de la Ley caiga sobre quienes creen que estas islas son el escenario perfecto para un macrobotellón, un plató para grabar bochornosas películas de dudosa calidad, o una calle en la que montar espectáculos sensacionalistas de los que rápidamente se hacen eco periódicos, revistas y televisiones de los países de donde proceden la mayor parte de los protagonistas de tan tristes comportamientos.
A buen seguro no ha de resultar sencillo poner freno de forma definitiva a todos los problemas que se dan en esas concretos lugares, ya que llevamos muchas temporadas poniéndonos vendas en esa misma herida, y a la vista está que no acaba de cicatrizar. Pero dejando eso al margen, me niego a que, con todo el verano por delante, lo que pasa en un par de calles de todo un archipiélago, adquiera un peso a todas luces excesivo en el conjunto de una temporada turística excepcional.
De hecho, la mejor manera de luchar contra estas conductas nos deber llevar, por una parte, y como ya hemos apuntado, a que las autoridades tomen la iniciativa y apliquen el principio de tolerancia cero en todo lo referente a la promoción, difusión, venta, organización y realización de estos espectáculos bochornosos. Pero, además, por otro lado, y ahí todos tenemos mucho que decir, debemos dar a conocer el verdadero turismo, la verdadera riqueza cultural, patrimonial, natural e histórica de unas islas únicas en el mundo. Se ha trabajdo mucho y bien, y en la anterior legislatura quedó patente, en todo lo relativo a la consolidación de nuevos productos turísticos y en la promoción de un turismo que apuesta por la calidad. Las más importantes empresas del sector han apostado de forma decidida por dar nueva forma a sus establecimientos en zonas maduras y en claro declive para crear un nuevo escenario atractivo para un visitante de elevado poder adquisitivo. Y ¡qué decir del excepcional trabajo que se viene realizando en la producción y promoción de los excepcionales productos con los que contamos en Mallorca, Menorca, Ibiza y Formentera! Nuestros vinos, aceites, licores y quesos, nuestras almendras, aceitunas, ensaimadas o especias son protagonistas de una gastronomía floreciente que encuentra un maravilloso equilibrio con profesionales venidos de los más remotos rincones del mundo y otros jóvenes valores de esta tierra que no dejan de sorprendernos.
Estamos, además, siendo testigos de algo único, algo nunca visto…pues parece que al fin, y después de muchos esfuerzos, se ha logrado una más que satisfactoria desestacionalización turística. Parecía que nunca iba a llegar este momento, pero los datos no engañan y se ha producido un claro alargamiento de la temporada que, a todas luces, debe alegrarnos a todos.
Sí, es cierto, nada es perfecto. Debemos tener mucho cuidado puesto que si esta tendencia se acentúa, lo que hoy es un éxito puede convertirse mañana en un problema si no sabemos poner límites. Pero, en todo caso, y hablando de límites, ¿alguien duda de los lugares que primero deberían ser objeto de debate? Y no me malinterpreten; no se trata de que ahora digamos quién puede venir a nuestras islas y quién no, pues como no me canso de repetir, cada visitante es, siempre, un gran regalo. Pero quizás debemos plantearnos seriamente ofrecer productos turísticos que estén a la altura del lugar en que tenemos el privilegio de vivir. Estas islas se merecen un respeto, debemos mimarlas y quererlas también desde todo lo que significan desde el punto de vista de la principal industria de nuestra economía. En definitiva, se merecen que las tratemos como lo que son: un gran tesoro.