La crisis del ébola nos está dando muchas lecciones. No sólo sirve, pero también, para anunciarnos que las enfermedades emergentes son algo más que una amenaza. Para recordarnos que debemos estar vigilantes ante los nuevos peligros de la globalización. Para ruborizarnos ante la manifiesta desatención de los países pobres. Y por encima de todo, hace patente la insolidaridad y parálisis del mundo “desarrollado” ante la barbarie de miles de muertes evitables.
Alguna de las enseñanzas apuntan directamente a la calidad de nuestro sistema sanitario. La innumerables ventajas de la descentralización sanitaria ha dejado algunos espacios de debilidad. Entre ellos, olvidarse de establecer con precisión la vertebración de los servicios sanitarios. La importancia de poder responder, como país, a las nuevas amenazas. La necesidad de concentrar en un determinado lugar el conocimiento y la tecnología para responder a situaciones poco frecuentes pero trascendentales para la salud colectiva. En este caso, y para dar respuesta a las emergencias asistenciales de salud pública internacional a las enfermedades tropicales, la crisis del ébola ha permitido recuperar el papel que ejercía el Hospital Carlos III y convertirlo, por la vía de los hechos, en centro de referencia nacional. La fragilidad del hecho se basa en que la Comunidad de Madrid es la que sufraga el mantenimiento del centro con el presupuesto de los ciudadanos madrileños.
El actual modelo de centros de referencia (CSUR) se empieza a desarrollar a partir de 2006 y en la actualidad ya da respuesta a cuarenta y ocho patologías, técnicas y procedimientos de especial complejidad. Ciento ochenta y seis centros, repartidos por todo el país y especialmente concentrados en Catalunya y Madrid, atienden a todos los españoles con enfermedades minoritarias y graves. El problema se acentuará en los próximos años. Las autonomías toman precauciones a la hora de potenciar un sistema de compensación interautonómico en el que no se aclara como y cuando se factura la asistencia a ciudadanos de otras comunidades.
Es necesario recuperar el fondo de cohesión sanitaria, dentro de los presupuestos del estado. Los ejes, no siempre tangibles, que ayudan a que nuestro sistema sanitario siga siendo universal y excelente pasa por mantener la igualdad de acceso. Nos llenamos la boca de que nuestro sistema sanitario es de los mejores del mundo y olvidamos apuntalar los aspectos que permiten defender la afirmación.
Las competencias nacionales y su financiación son residuales en cantidad pero muy importantes para la calidad del sistema sanitario. La inspección, la salud pública, la formación especializada, los centros de referencia, la sanidad exterior, … conforman los cimientos de nuestra sanidad.
Sin centros de referencia con financiación específica volveremos, más pronto que tarde, a la medicina para pobres y para ricos.