Libertad y capacidad

Por ignorancia algunos y por mala fe otros, confunden libertad, o derecho, con capacidad. Argumentan que uno no es libre de hablar una lengua si no la conoce. Que para tener libertad de elección de lengua en Baleares hay que conocer las dos con el mismo nivel de competencia. Curioso y tramposo argumento que algunos, de buena fe, comparten.

Yo soy libre de hablar lituano, aunque desconozca por completo esa lengua. Lo que ocurre es que no soy capaz. Y es que la libertad o el derecho se invocan frente a terceros, no frente a uno mismo, como ocurre con la capacidad. Mientras no haya un tercero que me impida emplear una lengua soy completamente libre de emplearla. Por ello es un disparate decir que la libertad no es completa si no conozco las lenguas en cuestión por igual. Algo imposible.

No existe sociedad en el mundo en la que todos sus miembros, ni siquiera una minoría, conozcan dos o más lenguas por igual. Mi francés es peor que mi español, pero soy libre de hablar francés (mejor o peor), otra cosa es que alguien me entienda. La falta de dientes no te impide ser libre para comer ciertas cosas, sino que te impide comerlas.

La libertad de usar una lengua implica la libertad de aprenderla. Y es que si no fuese así, convertiríamos un derecho en un deber, algo típico de los regímenes totalitarios. ¿Me reconocéis el derecho a emplear una lengua y, como consecuencia, me obligáis a aprenderla, nada menos que en igualdad de competencia con mi lengua u otras que conozca? Pues vaya estafa intelectual. Siguiendo este razonamiento, ¿me estáis diciendo que, como ciudadano, no tengo derecho a usar cualquier lengua del mundo por el mero hecho de que no las conozca todas? Teorías algo jocosas. Han oído campanas sobre los conceptos de libertad positiva y libertad negativa de Berlin y hablan de lo que no saben. El propio Berlin ya puso ejemplos de que no se puede llamar falta de libertad para hacer algo a la falta de capacidad para hacerlo.

Ya puestos, nadie es libre para decidir que deporte practicar si no aprende a practicar todos por igual, y así podemos hablar, también, de la práctica religiosa. Niegan lo que en las democracias se entiende por libertad religiosa, por lo visto. Tampoco entienden que las personas, por informaciones y experiencias vitales, podemos elegir entre opciones diferentes la que más creemos que nos conviene. Por ejemplo, muchas personas optan por estudiar unas lenguas y no otras, aunque a priori las desconozcan todas. Cómo pueden elegir libremente es algo que no pueden entender los que argumentan que para tener la libertad de elección de lengua hay que conocer las dos por igual. ¡Qué tragedia! Lo realmente lamentable y hasta alarmante es que tales chorradas están en boca de ciertos líderes políticos.

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