Hace ya cuatro legislaturas, el Parlament Balear vivió un debate muy tenso en el que se acusaba al Gobierno de no reparar la red de agua potable de Mallorca, cuyas pérdidas pueden estar en el orden del 50 por ciento. Casi 20 años después, la situación en este sentido sigue exactamente igual, con alguna mejora derivada exclusivamente de actuaciones de emergencia. En este periodo nos han gobernado todos los partidos, que nunca han emprendido una renovación en profundidad de la red. Todos han estado en la oposición desde donde, con toda la contundencia que caracteriza a quien no tiene responsabilidades, han exigido inversiones en este tema, que es importante. ¿Por qué no se avanza? Todo el mundo admite que hay que cambiar las infraestructuras, pero todos los políticos saben que el dinero que se gasta bajo tierra es dinero electoralmente tirado, porque los ciudadanos no votamos en función de que las cosas estén bien hechas, sino de lo que podemos disfrutar. Un parque, un teatro, una acera siempre da más votos que un alcantarillado, que una normativa que resuelva problemas. Lo que se ve, lo que se toca es más rentable. Explicar al votante la importancia de las infraestructuras es difícil y, al fin y al cabo, nadie se encomienda a ello.





