Los abogados de Nicolás

Los abogados del pequeño Nicolás han renunciado a su defensa. Alegan falta de confianza. La mayoría de las veces, y ésta no es una excepción, la falta de confianza también significa impago de honorarios, por tanto, en el fondo se podría resumir como “falta de confianza en que se paguen los honorarios”.

Más allá de todo eso, hay una cuestión con la que los letrados penalistas se encuentran más a menudo de lo que se debería, y es la ocultación de datos por parte de los clientes. Los hay que, por miedo a ser descubiertos se “olvidan” de relatar sus delitos o faltas a los abogados, lo que supone un craso error.

A los que ejercemos la profesión de abogado nos lo dicen en primer día de carrera: el cliente siempre tiene que contar la verdad al abogado. No tiene que temer, como médicos o curas, los missers tenemos la obligación y el deber de guardar secreto de todo lo que conozcamos por razón de nuestra profesión. Así lo prometemos o juramos cuando ingresamos en el colegio profesional. Desvelar información obtenida en secreto profesional supone enfrentarse a duras sanciones.

Sin embargo, hay quienes piensan que contar a los abogados todos los detalles de lo sucedido significa que ello se convierta en público. Pues no. No hay nada peor para un imputado o acusado que durante el proceso salgan a la luz pruebas de hechos de los cuales su defensa no tiene conocimiento y por tanto no ha podido preparar argumentación en contra.

En el caso del pequeño Nicolás, tema crematístico aparte, es fácil entrever que los abogados tuvieran la sensación de resbalar sobre un terreno de arenas movedizas con dificultad de salir bien parados y de realizar una defensa bien armada.

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