El retorno a las aulas tras el descanso navideño nos deparó una total reestructuración de la Conselleria d’Educació i Universitats que comanda Antoni Vera.
Lo cierto es que, tras las pasadas elecciones autonómicas, el Govern había optado por mantener el organigrama heredado del anterior ejecutivo, que ya había dado sobradas muestras de ineficacia en la anterior legislatura.
Crear taifas estancas y direcciones generales que se pisan competencias o que condicionan la labor de otras no es la mejor manera de engrasar la máquina administrativa en un área tan relevante como la de Educació.
Por este motivo, aunque algunos no se lo esperasen, el cambio estaba cantado.
Inicialmente, pudo sorprender la recuperación de la figura del secretario autonómico, pues el precedente, de la funesta época de José Ramón Bauzá, fue instituido para controlar ideológicamente al sector -y al entonces conseller, Rafel Bosch, que acabó siendo su víctima- y evitar que se desviase de la línea dura que pretendió instaurar Bauzá, con el resultado que todos ustedes conocen.
La nueva estructura de Educació nada tiene que ver con aquel modelo. Mateu Suñer tiene una misión bien distinta, la de impulsar medidas de desarrollo del programa educativo del Partido Popular y, especialmente, las inversiones.
Como ello obliga a coordinar diversas direcciones generales, se optó por situarlo un escalón por encima de algunas de ellas, dejando la de Personal Docent i Centres Concertats bajo la dependencia directa del conseller.
Sindicatos de la enseñanza pública -quizás sería más preciso decir de la enseñanza anti-concertada-, como STEI y UOB, pusieron rápidamente el grito en el cielo por el hecho de que una dirección general incorporara a su denominación el sector privado concertado, como si eso supusiera algo más que aclarar que la concertada -que ha sido siempre un departamento- ha pasado, de depender de Planificació i Centres -como había venido siendo desde 1998-, a integrarse en Personal Docent bajo la tutela de Ismael Alonso.
La esquizofrenia sindical de algunos les hace segregar bilis contra el sector concertado hasta límites irracionales, al tiempo que sus organizaciones no tienen apuro alguno en concurrir con idénticas siglas a las elecciones de dicho sector, obteniendo un buen número de delegados y miembros de comités. Se conoce que estos representantes de los trabajadores de la concertada no leen luego la prensa, para evitar los sarpullidos con lo que dicen sus jefes sobre sus propios centros, a los que quisieran ver clausurados cuanto antes.
En suma, gato blanco o gato negro, lo importante es que cace ratones.
Vera trata de imprimir su sello personal a esta nueva Conselleria y, poco a poco, irá consiguiéndolo, porque es un tipo tenaz y con las ideas muy claras.
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