Los confiados van al infierno

Tirso de Molina ya escribió “Los confiados van al infierno” y estoy en condiciones de confirmarlo tras pagar en mis propias carnes la confianza depositada en seres humanos que no la merecen. Así que al no darse las mínimas condiciones de transparencia que Utz Claassen exigía antes de hacerse con la propiedad del Real Mallorca SAD, ni apreciar síntomas de que vaya a haberla de acuerdo con las actuaciones que han seguido a la ampliación de capital más importante de su centenaria historia, entiendan nuestro escepticismo.
De momento contemplamos más empeño en la operación salida que en la calidad de los refuerzos imprescindibles para asegurar la categoría. Para regalar dos entradas por socio con vistas a la “trascendencia” del partido matinal del próximo domingo contra el Valladolid, no necesitamos ni a Maheta Molango ni a ningún inventor de mercadotecnia. Y para fichar a Roige y Colunga tampoco se impone preguntar a Monchi, el famoso secretario técnico del Sevilla. Si alguien invierte veinte millones y pico en un club de fútbol en concurso de acreedores y posición de descenso y todo lo que se le ocurre es proponer al entrenador si quiere contar con el delantero centro del filial, hay algo que no encaja. Vamos, que la inversión viene a plazos o en chapas. No, que no se trata de traer a Ibraimovich o Etoo, pero en el término medio está la virtud y, en este caso, la necesidad.
El “nuevo equipo” es, por ahora, un solo tío. Un ejecutivo joven y seguramente concienzudo y capaz. El tiempo lo dirá. Pero sus primeros pasos no invitan, como decíamos, a depositar en él una fe ciega. Porque la gestión deportiva no es lo único que precisa revisión. Un desembarco consecuente exige una tripulación ajustada si se quiere, pero suficiente. Más que un consejero delegado visitando hospitales, esfuerzo loable, inspira más seguridad un grupo de tres ejecutivos dedicados a poner en condiciones la administración, la contabilidad, facturas de origen determinado y destino incierto, optimización de recursos humanos y algunas cosas más de las que se preocuparía cualquiera antes de comprometer cantidades tan importantes.
Aún flotan en el aire numerosas preguntas que nadie ha hecho ni se harán, aunque no alcancemos a saber por qué. O si. Y hasta que no se respondan trataremos de no descender, una vez más, al infierno por confiados.
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